Cultura

El año de las apariencias

  • 'Pozos de ambición' y 'No es país para viejos' parten como favoritas en esta desconcertante 80ª edición de los Oscar

El tío Oscar llega a su 80 aniversario respirando tranquilo, después de que la gala por excelencia del cine mundial se haya salvado. La reciente desconvocatoria de la huelga de guionistas permitirá la alfombra roja con su feria de vanidades y poder ver la cara de palo de los perdedores al decirse el nombre del ganador. Eso sí, no han tenido mucho tiempo para preparar los sketches, algo que puede ser dañino en este año en que debería haber grandes celebraciones al convertirse en octogenaria la estatuilla. Ya veremos esta madrugada cómo han resuelto la papeleta. Sería de agradecer que la premura de fechas para escribir los libretos derivase en una ceremonia más breve y menos recargada. Tal vez no se haya ensayado tanto y podamos gozar de errores en lo alto del escenario.

Lo que ha ocurrido es que el debate sobre la huelga de guionistas, que nos apostamos a que centrará muchos de los chistes de la gala, ha esquivado el habitual sobre las películas. Además, en España el fenómeno Javier Bardem ha ahogado cualquier otra reflexión. Su victoria parece segura, pero los Oscar siempre gustan de dar alguna sorpresa desagradable y puede ser la suya. Pensemos en el prodigioso Philip Seymour Hoffman de La guerra de Charlie Wilson, por ejemplo. Todo lo anterior ha evitado que se hable de que este es el año más flojo en mucho tiempo a nivel de candidaturas. Es una edición de filmes muy aparentes, pero que en realidad ofrecen mucho menos de lo que prometen. La gran favorita, Pozos de ambición, parece un drama naturalista de Stroheim. Pero de nuevo manifiesta los problemas que tiene el megalómano P.T. Anderson para hacer una historia coherente sin tambaleos de estructura. Juno es un film moralista y reaccionario oculto bajo la capa de una comedia transgresora. Y un guión que es claro candidato a la victoria no debería tener un final tan ramplón, la verdad.

Por su parte, Michael Clayton es una trivial crítica al poder económico que en realidad es una historia convencional de héroe caído que renace de sus cenizas en lo que es una versión pretenciosa de Erin Brokovich. Expiación se nota demasiado pensada para los Oscars y no mantiene la excelencia de su arranque, perdiéndose en falsas tramas y planos secuencias insoportables. Hasta No es país para viejos aparenta ser un film de los Coen, pero en realidad lo debe todo a la magnífica trama pergeñada por el escritor Cormac McCarthy. No obstante, es la mejor con diferencia del quinteto finalista y en justicia debería ganar esta madrugada.

Y hay otros síntomas de que tras unos años de reconciliación con los Oscars vuelve el conservadurismo. Por ejemplo, el bloqueo de En el valle de Elah, que sólo ha obtenido una candidatura para el gran Tommy Lee Jones. El hecho de que su guionista y director diese la campanada hace dos años con Crash no ha conmovido a los votantes. Frente a la apariencia de los finalistas, En el valle de Elah ofrecía mucha verdad en su forma de meter los dedos en las heridas que la guerra de Iraq está dejando en la sociedad americana. El gran trabajo de Jones, una interpretación interiorizada, seguramente será derrotado por un Daniel Day-Lewis que muestra de nuevo su gran capacidad de actuar al borde de la apoplejía.

Otro placaje ha sido el de La escafandra y la mariposa aunque su director se haya colado en la ronda final. Su forma nada tremendista y poética de tratar la discapacidad ha sido obviada por unos académicos que igual prefieren la lágrima fácil. Aunque para placados, Ang Lee, habitual de la ceremonia que este año ni la cata con la que es paradójicamente su obra maestra, Deseo, peligro. Su caso ha sido una de las polémicas del año, las nominaciones a Mejor Película en Lengua Extranjera. Un puñado de desconocidas que han dejado fuera a la rumana 4 meses, 3 semanas y dos días, la china La boda de Tuya, o la propia El orfanato, entre otros filmes que han conseguido renombre internacional este año. Una señal más del desconcierto que se ha apoderado de las candidaturas de la 80 edición. Tanto, que no nos extrañaría nada que ganase Juno. Además de caer simpática, es la perfecta candidata de compromiso entre votantes dudosos entre pozos ambiciosos y viejos sin país.

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