música

Veinte años que saben a gloria

  • Alejandro Sanz congrega a 70.000 personas en el estadio Vicente Calderón para rendir homenaje a uno de sus mejores discos, 'Más'

"Mi nombre es Alejandro Sánchez Pizarro, nací en Madrid y Cádiz y crecí en medio mundo. No tenía otro plan para esta noche del 24 de junio y no se me ocurre uno mejor para los próximos veinte años que seguir cantándoles a todos ustedes". Así, como el que por primera vez se sube a un escenario, se presentaba Alejandro Sanz la noche del pasado sábado en Madrid, ante 70.000 almas que esperaban impacientes su llegada.

Con gafas de sol, algún que otro kilito menos y la misma expresión en su rostro que cuando era portada de revistas para adolescentes, Sanz prometía a sus seguidores que la noche sería especial. No todos los días se cumplen 20 años del lanzamiento de uno de los álbumes más emblemáticos de la discografía del cantante, Más, ni se junta tanto artista sobre un mismo escenario, ni se vive el último concierto en el estadio Vicente Calderón.

Había prometido que sería un concierto diferente, único, mágico y especial. Y eso sus seguidores se lo habían grabado a fuego, aunque a ellos, a los de siempre, igual les daba que cantase con el Rey, que hiciera piruetas sobre el escenario o que cantase Corazón partío subido en un columpio. Querían escuchar Más desde los primeros acordes hasta los créditos finales; volver a oír grandes olvidadas como Aquello que me diste o Siempre es de noche y transportarse con un acorde a 1997.

Desde el primer tema, Hoy que no estás, con Dani Martín, Sanz arrancó su nave del tiempo y llevó al Calderón veinte años atrás. Con una más que sobrada experiencia, el cantante capitaneó a todos los marineros que no quisieron perderse su viaje temporal. Laura Pausini, con la que la complicidad fue más que evidente, Malú, su eterna aprendiz, Pablo López, Antonio Carmona, Manuel Carrasco, Miguel Bosé, Miguel Poveda o Vicente Amigo, todos se dejaron guiar durante la travesía por un Alejandro Sanz seguro de sí mismo y dispuesto a echar más de un capote cuando la emoción del momento hizo que alguna letrilla se borrase de la mente del que la interpretaba.

Como todo lo que se prepara con ilusión, los esfuerzos realizados suelen ser monumentales. Pero, cosas del directo, no todo sale siempre a pedir de boca. A pesar del despliegue mediático y los avances tecnológicos para que tanto desde el estadio como desde casa se pudiera ver el concierto, durante un par de canciones las pantallas del escenario dejaron de cumplir su función. A través de ellas dejó de verse al cantante, algo que causó un gran disgustó al público, que lo hizo patente con gritos de "¡no se ve!".

Pero ni los errores pudieron empañar un concierto en el que las emociones estuvieron a flor de piel desde el comienzo. Pastora Soler, para la que el concierto suponía su vuelta a los escenarios, arrancó una enorme ovación del público tras cantar Si hay Dios. Mientras que Pablo Alborán desató la euforia con un acertado medley en el que junto a Sanz rescató grandes clásicos como Yo he sido tan feliz contigo, El alma al aire, Regálame la silla donde te esperé y Hoy llueve, hoy duele. Pero si hay que hablar de magia en mayúsculas, la culpable es Niña Pastori. La gaditana dejó mudas a las 70.000 personas que escucharon con el corazón en un puño Cuando nadie me ve y puso la piel de gallina a todo el estadio cuando se arrancó a cantar Cai, canción que Sanz compuso para ella. Ambos regalaron sobre el escenario uno de esos momentos que quedan para el recuerdo colectivo y que dentro de otros 20 años seguirá poniendo los vellos de punta.

Quizás por el formato demasiado milimetrado, poco tiempo tuvo Sanz de interactuar con su público. Pero no perdió la ocasión para agradecer a sus seguidores que lleven con él media vida. Tampoco quiso desaprovechar el momento para recordar que alguna vez tuvo un sueño y que el sueño llegó a cumplirse. "Recuerdo cuando en el 82 vine a ver a los Rolling Stones al Calderón y dije: Algún día estaré yo ahí, y aquí estoy". No faltaron los guiños a su Andalucía de adopción, con letrillas para Triana y un "Viva el Betis también".

Como entre dúo y dúo poco tiempo hubo para el tú a tú entre Alejandro Sanz y sus fans, el artista reservó para el final su momento de intimidad. Lo ves en su piano, obligado en cada concierto, un No es lo mismo, con un público entregadísimo, y el broche final con Tu letra podré acariciar acompañado sólo por su guitarra, como en los viejos tiempos.

"El concierto acaba, pero la noche en Madrid empieza", así se despedía Sanz rodeado de papelillos de colores y fuegos artificiales. La mejor forma de celebrar el vigésimo cumpleaños del hijo más bonito que Alejandro Sanz ha traído al mundo.

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