Cultura

Tallado en la recia madera de las tablas de escenario teatral

  • John Hurt, protagonista de 'El hombre elefante' y gran secundario en 'Alien', 'El expreso de medianoche' o 'Harry Potter', muere en Londres a los 77 años

John Hurt, a la derecha, en su inolvidable y desgarrador papel en 'El hombre elefante' (1980) de David Lynch.

John Hurt, a la derecha, en su inolvidable y desgarrador papel en 'El hombre elefante' (1980) de David Lynch.

Entre 1962 y 1965 fue ganando prestigio como actor de televisión hasta lograr el papel del ambicioso Rich en Un hombre para la eternidad (Zinnemann, 1966), lo que le valió oír de la boca del gran Paul Scofield una de las más hermosas réplicas de la historia del cine. Rich acosa a Tomás Moro para que le dé un cargo en la corte, pero éste le ofrece un puesto de maestro que defrauda sus ambiciones cortesanas. "Serías un buen maestro, tal vez genial", le dice Moro. "Si lo fuera, ¿quién lo sabría?", le responde Rich. Entonces Moro le da su gran réplica: "Tus alumnos, tus amigos, Dios... No es mal público". Esa fue la primera vez que vimos a John Hurt. Tenía 26 años. Había nacido en Chesterfield en 1940, en una familia de clase media culta, hijo de un matemático y una ingeniera. Estudió en la Real Escuela de Arte Dramático y recién licenciado se inició en el teatro y en los dramáticos televisivos. La clave de su carrera fue su formación teatral.

Tras Un hombre para la eternidad simultaneó la televisión y el cine con roles secundarios, tuvo su primer papel protagonista en la fallida La horca puede esperar (Huston, 1969) y su primera nominación a los Bafta, como secundario, por El estrangulador de Rillington Place (Fleischer, 1971). Logró la popularidad en la televisión al interpretar al extravagante y polémico icono homosexual Quentin Crisp en El funcionario desnudo (1975) y a Calígula en Yo, Claudio (1976). En el cine la logró con los personajes de Max en El expreso de medianoche (Parker, 1978) y Kane -el científico que incuba la larva del monstruo- en Alien (Scott, 1979). Le valieron dos nominaciones al Oscar. Tras ellas le llegó el que sería mejor papel de su carrera y su consagración: el desdichado freak John Marrick de El hombre elefante (Lynch, 1980). Esta interpretación, una de las más poderosas recreaciones del dolor y la humillación de la historia del cine, bastaría para hacerlo inmortal.

Casi siempre secundario de lujo, desde 1980 desarrolló una frenética actividad que le hizo interpretar 159 películas en 36 años. Unas son buenas, otras regulares y algunas malas; unas eran de autor (Manderlay, Dogville y Melancolía de Von Trier) y otras populares (las sagas de Harry Potter, Indiana Jones o Hellboy). Pero él siempre estaba bien. Estaba tallado en la recia madera de las tablas de escenario de teatro que ha hecho la grandeza de los actores ingleses.

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