Cultura

Segundas partes...

CineBox Aqualon Puerto Huelva.- T.O.: 'La herencia Valdemar II: La sombra prohibida'.- Producción: España, 2010.- Duración: 97 minutos.- Dirección y guión: José Luis Alemán.- Fotografía: David Azcano.- Música: Amau Bataller.- Montaje: Frank Gutiérrez.- Intérpretes: Daniele Liotti, Silvia Abascal, Óscar Jaenada, Laia Marull, Rodolfo Sancho, Norma Ruiz, Eusebio Poncela, Ana Risueño, Paul Naschy, María Alfonsa Rosso

No sé si ustedes recuerdan La herencia Valdemar, una nueva incursión en el terror de nuestra cinematografía que, salvo muy raras excepciones jamás realizó nada notable en este género. Tampoco lo fue en esa primera entrega -recordemos que se planteó como una trilogía- dirigida por José Luis Alemán, que se estrenó hace exactamente un año en nuestras pantallas. Nos traía la aparición póstuma de Paul Naschy, inefable intérprete y artífice de una buena parte del cine de terror que en los últimos tiempos realizó el cine español, escasamente pródigo en este género. Él fue el inefable licántropo, el hombre-lobo de algunas realizaciones en las que su mejor voluntad superaba a su propio talento.

Le vemos aquí, más fugazmente, en una historia terrorífica que nos devuelve a la tradición de las grandes mansiones misteriosas y siniestras, de las que hay una larga referencia en el cine. Aunque aquí el propio director asegura inspirarse en los relatos de Howard Phillips Lovecraft, el escritor norteamericano profundo innovador del género terrorífico y concretamente de su libro Necronomicón, así como en el escritor ocultista Aleister Crwoley, yo no eludiría la cita de Edgar Alan Poe y una de sus obras de cabecera, El hundimiento de la casa Usher, que llevaran al cine nada menos que tres directores Jean Epstein en 1928, Roger Corman en 1960 y Jesús Franco en 1982.

Retornamos a la historia: Luisa Llorente, una tasadora de fincas encargada de evaluar la mansión de Lázaro Valdemar desapareció sin que nadie haya sabido más de ella. Dos expediciones salieron en su búsqueda. En una Nicolás Trámel, detective contratado por Maximilian Colvin, jefe de la compañía, trata de indagar las pistas. En otra, Ana y Eduardo, compañeros de Luisa, intentan unir sus fuerzas a las del investigador. Pero en medio de la noche una figura surge en la carretera y provoca un accidente. El conductor, antes de desvanecerse por el golpe, advierte que la aparición no es otra que Luisa Llorente. Huye y cae por un barranco. Pero Luisa recobrará el conocimiento en un carromato de un campamento gitano donde una mujer cura sus heridas. Ella le vaticinará su destino. Por su parte Nicolás Trámel no será capaz de adivinar los riesgos que le esperan.

No estamos más que en la continuación de lo visto ya en la primera entrega. Volvemos a unos diálogos inverosímiles y a una teatralidad indeseable. Lovecraft y Los mitos de Cthulhu son demasiado en manos poco sensibles.

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