Cultura

Muñecos siniestros

Esta película aunque tenga el aspecto de un film de terror y realmente lo sea, presenta ciertas singularidades que la apartan del género tradicional, ya que sus artífices, guionista y director, han hecho cuanto han podido por diseñar un estilo gótico con evidentes reminiscencias victorianas o italianas. Sobre todo porque han intentado en todo momento conservar una atmósfera, un clima, una mórbida sensación que favorece el atractivo visual de la historia en la pantalla. Se sirve de unas atemperadas dosis de terror y la incertidumbre suficientes, para que, sobre unas secuencias realmente acertadas y destacables, el espectador se sienta sensibilizado por el tema.

Surge éste en una apacible y pequeña localidad de Ravens Fair, donde relatan la historia de Mary Shaw, una ventrílocua que terminó enloqueciendo. Acusada de la muerte de un niño, los habitantes del lugar la acosaron implacablemente hasta cortarle la lengua, matarla y enterrarla finalmente junto a una colección de muñecos fabricados manualmente. Pero los siniestros muñecos de la tumba de Mary Shaw han ido abandonando el sepulcro para reaparecer en el pueblo durante décadas. Cada vez que surgen en la noche al día siguiente aparece alguien asesinado y con su lengua amputada.

Lejos de su pueblo natal el joven matrimonio compuesto por Jamie y Lisa Ashen creen haber iniciado una nueva vida. Sin embargo ella recibe un misterioso muñeco y es brutalmente asesinada. Jamie regresa a Ravens Fair para enterrar a su esposa y allí mismo decide indagar los motivos que la llevaron a la tumba.

Esta especie de leyenda urbana adquiere en la puesta en escena de James Wan caracteres de tenebroso thriller. Quizás el mejor acierto de su director, tal vez excesivamente supervalorado como su inseparable guionista, por el primer Saw (2004), esté más en el tratamiento formal de la película que en su manera de narrarla en imágenes.

De esta manera el interesante planteamiento, los sugestivos elementos que utiliza, los atractivos decadentes del teatro de guiñol, el cementerio, el aspecto fantasmal del pueblo, la lúgubre y gótica mansión, las inquietantes sugerencias, el propio relato en sí y las buenas intenciones del realizador, se difuminan a lo largo de su desarrollo narrativo por la poca fortuna a la hora de crear tensión y desasosiego en el espectador, como corresponde a una película de esta factura.

El público entonces se siente más atraído por el ambiente que envuelve a los personajes, no muy bien perfilados en el contexto de la historia, que por el destino de estos.

Es una lástima porque tanto la ambientación como la creación de esa atmósfera turbadora son ingredientes atractivos para haber logrado una mejor realización.

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