cRITICA DE MÚSICA

Múltiples versiones

La audición de un repertorio típico despierta sensaciones que diversifican a la propia música. Dentro del panorama específico de autores y obras, se pone de manifiesto el sentido unitario del estilo; quizá hubiera que encauzar algún detalle en varias tendencias, pero eso gana definición a lo largo de los movimientos que constituyen una composición en particular. En principio, se articula con la mesura más admitida por parte de los intérpretes del gran repertorio.

A veces, el equilibrio de la melodía, el ritmo y la armonía adquiere una elocuencia que no necesita presentación; esto se ve en las facetas donde predomina el acorde por encima de cualquier minucia en que se esmera quien apunta los rasgos más significativos. Debemos incidir en el hecho de que la música ya tiene definido el campo sensorial desde antes incluso que el compositor empiece a escribir. Aquí se refleja el instante de la creación misma; habrá que comparar distintas versiones para que se determine con exactitud los planos sonoros de una obra con gran valor armónico. Se desarrolla una historia sin palabras a través de la música, la piedra angular de esta sensibilidad colectiva. Los conceptos más claros entre un movimiento rápido y uno lento ya se expresan conjuntamente, y no hay matiz que lo explique mejor.

También el carácter más audaz del oyente pone sobre la mesa asuntos que generan una profunda inquietud. Cuántas veces se apela al original con el propósito de que se mantenga viva esa impresión nítida de los adentros, ese instante irrepetible que sólo cobra sentido cuando la música es una sola, sin diferencias del compositor, la obra, el intérprete y el público. Son distintas caras de una realidad exclusiva que se percibe intensamente al estudiar el estilo clásico y el moderno, según distintos prismas. Una vivencia que alcanza cotas de inspiración que limitan objetivamente el gusto por las obras análogas; importa mucho contrastar los perfiles individuales a la hora de imbricar la compleja textura de una composición.

Sí genera un margen interesante los colores de cada voz e instrumento, porque ahí entendemos que no hay una única comprensión posible; basta que la velada reúna unas condiciones particulares para que el resultado sea precisamente aquello que el oyente no esperaba. Esto sintetiza la cualidad que se anhela desde el mismo arranque de una obra; dentro de la misma interpretación se reflexiona el por qué escondido tras la partitura. Y se desvela con una paciencia indescriptible, a la luz de muy diversas circunstancias. Añade este propósito el fenómeno que agrada clasificar como un rasgo que deleita al público. El lenguaje de la música se hace marcándose un principio esencial en torno al que van girando destellos fugaces, que son las frases irregulares, los silencios y los cambios de tonalidad.

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