Cultura

Miguel Tendero, buena imagen en su presentación

  • El albacetense consigue el único trofeo en la primera corrida de toros de los Sanfermines · Salvador Cortés y Luis Bolívar se muestran voluntariosos

GANADERÍA: Corrida de Alcurrucén, que sustituía a la inicialmente anunciada de Peñajara. Toros bien armados, pero descastados y que dieron mal juego para el lucimiento artístico. El menos malo, el sexto, manejable. TOREROS: Luis Bolívar, de sangre de toro y oro. Estocada (silencio). En el cuarto, bajonazo (silencio tras aviso). Sebastián Cortés, de celeste y oro. Metisaca en los bajos y entera caída (silencio tras dos avisos). En el quinto, pinchazo, casi entera defectuosa y un descabello (silencio). Miguel Tendero, de blanco y oro, que se presentaba en esta plaza y sustituía a José Pedro Prados 'El Fundi', herido. Tres pinchazos, pinchazo hondo arriba y muy tendido y un descabello (silencio tras aviso). En el sexto, estocada (oreja). Incidencias: Plaza de toros de Pamplona. Martes 7 de julio, día de San Fermín, patrón de estas fiestas. Lleno de No hay billetes.

Después del delicioso aperitivo con el toreo a caballo a cargo de Pablo Hermoso de Mendoza, con su Caviar y de Sergio Galán, ayer nos merendamos una chistorra barata, con la que casi nos atragantamos. Porque los toros de Alcurrucén, de generosas carnes y demasiados kilos para su encaste (Núñez) parecía que habían sido criados para fabricar precisamente eso, una chistorra barata. Con este encierro, por otra parte bien armado, el debutante Miguel Tendero consiguió el único trofeo del espectáculo cuando la tarde, entre el bullicio atronador y los cánticos del mocerío, iba camino del desolladero en la plaza de Pamplona.

El sustituto Miguel Tendero, que reemplazaba a José Pedro Prados El Fundi, convaleciente por una cornada sufrida en Toledo, de la que no se ha recuperado, se convirtió en el triunfador del festejo. El albacetense dejó una buena imagen, magnífica si tenemos en cuenta que tomó la alternativa en San Isidro y no cuenta con rodaje alguno. En sus actuaciones no sólo destacaron únicamente las ganas de agradar. Muy listo y despabilado, se colocó siempre bien y estuvo muy firme en su lote, tapando la cara al toro en los muletazos. Su pasmosa seguridad le sirvió para arrancar una oreja al sexto toro, un animal que precisamente no brilló por su boyantía, un astado abanto en el capote, sin entrega en varas, que esperó en banderillas y que, aunque no humilló, se movió tras la muleta de un Tendero que ya había intercalado verónicas y chicuelinas para llamar la atención del festivo público sanferminero. Lo mejor del festejo llegó con una faena medida, en la que con la diestra arrancó muletazos en una primera serie, los ligó en una segunda y volvió a tirar del animal para completar una tercera tanda más que digna. Con la izquierda dibujó un excelente natural, lo más brillante en lo que hasta ese sexto toro se había desenvuelto de manera anodina. Luego, circular invertido. Y en el epílogo, en una manoletina, el toro le empaló por su cadera derecha. Cayó de manera aparatosa. La fiera le buscó en la arena. Pero el capotillo de San Fermín y los capotes de sus banderilleros le libraron de la tragedia. Se puso en pie. Cuadró al toro. Y, con una rúbrica serena, coronó con una estocada implacable su obra. Trofeo valioso, muy valioso, para este matador de toros novel, que pide paso. Tendero también se mostró firme con su primero, un colorao, ojo de perdiz, sin recorrido. Con buena colocación, dejó la impronta de un toreo serio.

El colombiano Luis Bolívar, porfión, no se encontró a gusto con su primero, un animal bien armado y con genio, de embestidas violentas e inciertas. Con el cuarto, de medias arrancadas, insistió en vano en una desigual faena.

El sevillano Salvador Cortés, también voluntarioso, estuvo desacertado con los aceros. El de Mairena del Alajarafe cumplió en un trasteo correcto y falto de emoción con su primero, en consonancia con las condiciones del manso animal, que embestía tras la muleta de manera sosa y con la cara alta. Con el quinto, un girón y bragado corrido, largo como un tranvía, labor de excesivo metraje y sin fruto alguno. El astado, que se quedaba cortísimo por ambos pitones, salía de los muletazos con la cara por las nubes.

El espectáculo se salvó al final gracias a la listeza y firmeza del debutante, un Tendero que no vendió su mercancía, sino que completó una actuación muy seria y solvente para el aficionado.

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