Cultura

Maneras de sobrevivir

  • La calle se ha convertido para algunos artistas en el único lugar donde conseguir un sueldo fijo l callejeros La calle Concepción, en todos sus tramos, es el lugar elegido por hombres estatuas, caricaturistas, malabaristas, músicos... para sacar rentabilidad al arte que llevan dentro.

Pasan inadvertido, para muchos. Pero están ahí. Unos ni los miran, porque su ritmo de vida no les permite percatarse de ellos; otros pasan a su lado con aires superlativos, infravalorando su trabajo. La mayoría los observa sin pararse, pero los ven. Una inmensa minoría se para, y les reconoce su esfuerzo en forma de monedas.

Sorpresas, risas, asombro, comentarios, expectacióný son algunas de las sensaciones provocadas por los artistas callejeros que pueblan las calles del centro de esta ciudad con un doble objetivo: ganarse la vida sin ataduras, por una parte, y, por otra, regalarle a los onubenses un instante de evasión, que no es poco.

"Este es más rápido que Billy El Niño", espeta un hombre mayor tras pasar junto a Pal, un hombre estatua que se planta cada día entre la calle Concepción y la calle Rico, enfundado en un disfraz de pistolero. Su inactividad le hace invisible para algunos, a pesar de presentarse cada día a su trabajo pintado de arriba a abajo de un color barro terracota. Este tostado marrón ayuda sobremanera a dar una apariencia de estatua a Pal, un artista húngaro que un día decidió recalar en España en busca de una utopía que sólo algunos pocos logran alcanzar y comprender, al mismo tiempo.

"Antes de llegar aquí trabajaba todo el día en Alemania. Tenía un buen puesto de trabajo. Lo tenía todo, pero mi mujer me abandonó porque se sentía abandonada por mí. Entonces comprendí que la vida era otra cosa, que se podía vivir de otra manera", dice en un más que aceptable castellano.

"Llevó más de 11 años viviendo en diferentes puntos de este país, y aunque la idiosincracia de mi oficio no me permite comunicarme con los demás, siempre encuentras amigos con los que estás obligado a compartir tus experiencias... y para que eso ocurra hay que hablar en un mismo idioma. La comunicación agudiza el ingenio", ironiza, mientras se toma un carajillo para combatir el frío de la mañana onubense.

"El clima de estos días es perfecto, pero si no te muevesý". Los días de sol con lo que cuenta Andalucía sopesaron bastante a la hora de afincarse en esta tierra. "Date cuenta, si llueve no puedes trabajar y si no trabajas no hay dinero para sobrevivir". Bajo esta dependencia climática, adosada a una dependencia de valoración de su oficio - "si la gente valora lo que hace te lo agradecerá entregándote unas monedas, si no, no hay nada que hacer"-, esta estatua permanece con la boca sellada a la hora de desvelar su sueldo diario: "digamos que da para existir, mejor dicho, para sobrevivir", reconoce, susurrando.Sin embargo, la vida en la calle es dura. El vivir sin ataduras, sin hipotecas, sin aguantar a impertinentes y obtusos jefes, ni a sus insoportables e infumables lacayos... también obliga. Las necesidades básicas deben cubrirse. "Tienes que sacar todo los días para pagar la pensión, para comer, vestir... y en mi caso, para comprar las pinturas que necesito para realizar mi trabajo. No es fácil, la gente no todo los días está dispuesta a pagar por lo que haces", afirma, mientras sobrevalora su profesión: "yo no quiero limosnas; no me gusta la compasión", lo que le gusta dice son los primeros de mes, y las fiestas como las Navidades, "la gente en esas fechas están más generosas".

Sobre los onubenses comenta que son más afables que, por ejemplo, los sevillanos. "Estos murmuran, te miran por encina del hombro. En Huelva me tratan como la persona que soy. Muchas veces, se paran a preguntarme cómo estoy, sin tengo sed, si me duelen los músculos... cosas como éstas hacen que sigas adelante, que sigas creyendo en buena fe de la gente".

Acaba su tiempo de recreo. Ahora toca callarse. Pararse. Concentrarse en la mas absoluta quietud. Paradójicamente, cuanto más tiempo sin hacer nada está Pal, más trabaja este pistolero, dispuesto en cualquier momento a desenfundar su arma.

En la calle La Fuente, en cambio, Alejandro cuanto más mueve sus malabaristas brazos, más trabaja. Este joven artista callejero, procedente de la República Checa, arribó a España con fines turísticos. Su alargada estancia le hizo varar en estas tierras, de la que no puede partir por falta de euros.

Mientras sus mazas cortan el aire fresco de la mañana a un ritmo endiablado, Alejandro cuenta que vive en una chabola en uno de los polígonos de la ciudad. Su vida, reconoce, está a merced de la voluntad de los onubenses. "Si me dan dinero, como, si no..." No obstante, este autodidacta malabarista reconoce necesitar el dinero, además de para sobrevivir momentáneamente, para volver a su país de origen.

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