Cultura

Luto por Vicente Aranda, referente del cine negro y los 80

  • El director de 'Amantes', muy en la tradición catalana, dio lo mejor de sí con 'El Lute' y adaptando a Marsé, Vázquez Montalbán y Andreu Martín.

Vicente Aranda (Barcelona, 1926), fallecido ayer en su casa de Madrid a los 88 años, se inició en el cine cuando ya no era joven, a los 38 años, en la brillante Barcelona de los 60, un poco Boulevard Saint Germain y un poco Carnaby Street, un poco comunista, maoísta o trotskista y un mucho burguesa y pop: la ciudad de Bocaccio, la gauche divine, Tuset Street, las generaciones literarias de los 50 y los 60, la Nova Cançó o la Escuela de Barcelona que tenía el rostro de Teresa Gimpera o Serena Vergano y los nombres propios de Barral, Goytisolo, Castellet, Gil de Biedma, Vázquez Montalbán, Mendoza, Moix, Gimferrer, Marsé, Raimon, Pi de la Serra, María de Mar Bonet, Lluís Llach, Serrat o Nuria Espert. 

La década empezó mal para el cine catalán con el incendio de los históricos estudios Orphea en 1962, pero durante los 60 Barcelona mantuvo la notable media de 20 largos al año gracias a la actividad de los estudios IFI y Kinesa, las Producciones Barcino Films, Balcázar e Isasi, el modesto intento de convertir Esplugues de Llobregat en un plató para espagueti-western y el prestigio o popularidad de los directores Camino, Coll, Rovira-Beleta -nominaciones al Oscar de Los Tarantos (1963) y El amor brujo (1967)-, Isasi -taquillazos de Estambul 65 (1965) y Las Vegas, 500 millones (1968)-, Balcázar, Iquino, Forn o Ribas. 

Vicente Aranda, como Gonzalo Suárez o Jordi Grau, se inició en la línea más vanguardista de la llamada Escuela de Barcelona de la que fue uno de los fundadores, nacida por imitación de la Nueva Ola francesa al calor del período aperturista de García Escudero en la Dirección General de Cine. Más superficialmente moderno que vanguardista, muy representativo de la gauche divine pop, el disperso movimiento dio más de hablar que de mirar o pensar y fue acusado de esteticismo burgués por la crítica "comprometida" que prefería el realismo castellano de Saura o Camus. Fata Morgana, basada en un guión de Gonzalo Suárez, supuso en 1965 el nacimiento de la Escuela de Barcelona y el debut de Aranda. Le siguieron, dando su breve vida a esta pequeña nueva ola catalana, títulos como Noches de vino tinto (Nunes, 1966), Ditirambo (Suárez, 1967), Nocturno 29 (Portabella, 1968), Dante no es únicamente severo (Grewe y Jordà, 1967) o Después del diluvio(Esteve, 1968). Ese mismo año 1965 Aranda rodó el drama con trasfondo de lucha de clases Brillante porvenir, escrita por Román Gubern y Ricardo Bofill. Pero su camino iba a ser muy distinto al de la Escuela de Barcelona. 

Durante una década, de 1969 a 1977, se dedicó con éxito al cine de destape de pretexto noir o psicológico con las mediocres y maltratadas por el tiempo Las cruelesLa novia ensangrentadaClara es el precio y Cambio de sexo. Logró sus primeras obras importantes con la trilogía de cine negro, inspirada en novelas de Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalbán y Andreu Martín, formada por La muchacha de las bragas de oro (1979), Asesinato en el Comité Central (1981) y Fanny Pelopaja (1984). Son lo más interesante de su filmografía junto a El Lute: camina o revienta (1987) y El Lute II: mañana seré libre (1988). El cine negro, muy en la tradición catalana, le permitió dar lo mejor de sí mismo. 

En la cumbre de su reconocimiento y popularidad, entre la trilogía negra y las dos entregas del Lute, fracasó al adaptar en 1986 Tiempo de silencio de Luis Martín Santos. Tampoco acertó al adaptar en 1989 Si te dicen que caí de Marsé. Volviendo con mejores maneras cinematográficas a su primera etapa de sexo y crimen conoció uno de sus mayores éxitos populares con Amantes en 1991. Las dos últimas décadas de su carrera -desde El amante bilingüe en 1992 a Luna caliente en 2009, su última obra- suponen un lento declive con títulos de fría y correcta factura: La pasión turcaLibertariasCarmenJuana la loca o Tirante el Blanco. Buen profesional y aplicado artesano, logró hacer una aportación perdurable al cine español, además de con su debut en la Escuela de Barcelona, con su trilogía negra basada en Marsé, Vázquez Montalbán y Martín, y con la adaptación de la autobiografía del Lute. Está claro que su género fue el negro y su década de oro, los 80.

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