Cultura

Lobison: el enfermo busca el alivio

  • El artista desgrana en su álbum 'Solo' un catálogo de las obsesiones que parecen ahogarle

Juamba d'Estroso, cerebro de Lobison.

Juamba d'Estroso, cerebro de Lobison.

Hay propuestas musicales, cuando menos personales (si no personalistas), que trascienden el ámbito rockista para adentrarse en vericuetos casi imposibles de descifrar en su completud, al menos desde la retina acomodada a clichés preestablecidos por el mundo pop. Supongo que es el caso de Juamba d'Estroso, el cerebro al frente de Lõbison, que afronta su presente gira con el extraño y desnudo formato de cantautor eléctrico, el mismo con el que afronta su álbum Solo, donde da rienda suelta a su catálogo de concéntricas obsesiones que parecieran ahogarle en una cenagosa poza. Media hora de rara especie de disco conceptual, donde hilvana estados extremos de la existencia humana como la enfermedad (la física y la mental, supongo), la pasión carnal, la claustrofobia, la lujuria (expuesta en sus mil destellos visuales), y hasta cierto síndrome de abstinencia virtual que desemboca en muerte y resurrección. Su voz grave y desinhibida nos va guiando por el camino medicinal, aunque descreído y excéptico ("Yo nunca fui a la vera de un río a hacer un picnic al amor", canta en Pertenecerá). La batería y el bajo saturado dignos de Nick Cave, nos abocan a un apocalíptico final en La columna de Durruti, en pleno derrape existencial, cuando aparece ese poso a lo Joy Division en La geometría del amor atravesando lo inexorable de la perturbación. No en vano, "hay algo que siempre acaba encerrándonos". Por fin, la redención y el respiro final llegan en clave de swing con Mi querida morfina que cierra el disco de forma definitiva. Aunque, nunca se sabe: "fue un trece del tres del trece el día en que me salvó una doctora...".

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