Crítica de Múscia

Lírica excelsa para un Nuevo Mundo

La celebración del DXXV aniversario del Descubrimiento de América promovido por la Diputación de Huelva ha deparado en Huelva un concierto memorable. Para satisfacción de todos, el Foro iberoamericano de La Rábida volvía a abrir sus puertas: mil doscientas personas acudieron a la gala lírica por Juan Jesús Rodríguez, Ainhoa Arteta y los acompañamientos de Marco Evangelisti, Ana Navarrete y Gabriel Ureña. Una antología de arias, romanzas, canciones y entreactos coreográficos que dejan huella en la cultura onubense. La benignidad de temperatura en las primeras horas de la noche fue una circunstancia muy favorable.

Juan Jesús Rodríguez embelesó al auditorio con su rotunda y torrencial voz, perfectamente timbrada en todos los registros. Elogiamos su flexibilidad para adaptarse a las tesituras de barítono y bajo-barítono sin que su línea melódica pierda consistencia; su fraseo en los medios-graves es proverbial, lo que fraguó unas canciones italianas y romanzas de zarzuela de antología. Ya nos anticipaba mucho de su talento en L'ultima canzone de Tosti para luego extraer sus dotes dramáticas en el aria de Don Carlos de Verdi, compositor que le ha llevado al máximo reconocimiento internacional. Aplaudimos cómo reservó sus agudos para la segunda parte. En general, el barítono onubense pondría su interpretación con una lectura más contrastada en dinámica y acentos pues no fluctúa la luminosidad de su centro, respuesta a una voz tan sobresaliente.

Ainhoa Arteta es la soprano española que encarna mejor la madurez y experiencia en la lírica. En La Rábida llevó su canto a extremos de una técnica depuradísima. Su Vissi d'arte era el más fiel autorretrato de una cantante cuya voz moldeó gustosamente en agudos muy expresivos. A lo largo de la romanza de La del manojo de rosas apreciamos su vibrato, un ingrediente crucial para entender la reciedumbre operística de la soprano. Ciertamente, la pulcritud académica a veces resta esa espontaneidad que demandan algunas obras, como sucediera en La canción de paloma, falta de agilidad y sin trascender el mero rigor de la articulación.

Delicioso el dueto de Don Giovanni, dos voces exquisitamente empastadas y de una musicalidad con que lograron una óptima interpretación. Elemento añadido muy certero el número de Alfonsina y el mar, que en medio de una enternecedora coreografía se puso de manifiesto la sabiduría dramática de ambos cantantes.

Marco Evangelisti acompañó con solvencia enriqueciendo la textura de las piezas; más desenvuelto en la segunda parte esmerándose en pasajes lucidos a modo de paráfrasis (Somos novios de Manzanero) o ribetes octavados con discreta ornamentación. Hermoso el papel de Ana Navarrete, que si en Saint-Saens culminó la finura de la danza clásica en Ariel Ramírez aportaría ingredientes de la mejor escena. El chelo tuvo intervenciones muy breves en una sonoridad desigual. Habría estado bien asignar a los cinco artistas al menos dos números conjuntos con absoluto engarce. Muy buen criterio en la confección del programa, que otorgaba protagonismo al onubense en la primera parte y la guipuzcoana en la segunda.

Muy de agradecer los comentarios de Arteta hacia Huelva y su compatriota Rodríguez, una voz de cuya maestría nuestra provincia debe ser cada vez más consciente. Magnífico gesto del onubense al despedirse con un fandango defendiendo la naturaleza. Conciertos e iniciativas como éstos son los que dignifican a la Huelva descubridora.

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