Juan Carlos Romero. Guitarrista flamenco

"Huelva vive ensimismada, no tiene mentalidad de situarse en el mundo"

  • En plena promoción de 'Paseo de los Cipreses', su cuarto álbum en solitario, el onubense reclama que su tierra irrumpa en el mundo del flamenco con una programación estable.

Si le preguntan cuándo actuará en Huelva para presentar su nuevo disco, Paseo de los Cipreses, distribuido en 26 países, Juan Carlos Romero anima a su interlocutor a hacerle esa misma pregunta "a quien corresponda" o "a quien la pueda contestar". Él no tiene la respuesta. El artista, que no concibe que en su tierra no exista un espacio similar a la Noche Blanca de Córdoba, a la Bienal de Sevilla o al Festival de Música y Danza de Granada, abre su corazón y -desde la responsabilidad que otorga el prestigio atesorado en una experiencia más que dilatada- pone sobre la mesa la necesidad de gestionar la cultura de otro modo. Reclama, entre otras cosas, que su tierra cuente con una vida cultural de alta calidad. Talento hay de sobra, asegura.

-¿Por qué no hay un gran festival de flamenco en Huelva?

-Es la pescadilla que se muerde la cola. Dicen que porque la gente no va. Éste sería un buen motivo para una empresa privada que pone su dinero y, como mínimo, quiere recuperarlo y ganar más; pero no me parece una buena excusa para la política cultural de una institución. Cuando mueves dinero público primero tienes que crear el hábito en la gente, acostumbrarla a una programación para que finalmente termine por funcionar. Cuando yo era niño, el único profesional que había en Huelva era Paco Toronjo. Veinticinco años después, hay un ramillete de nombres que funcionan, que salen; y mucha gente joven que sigue el flamenco.

-¿Por qué apostaría?

-Por inventar algo que identificara a Huelva. Por poner en pie una idea que haga que Huelva esté presente con una programación que irrumpa en el mundo del flamenco. Jerez se ha inventado su festival y cuando se celebra todo se llena de gente. Pero claro, estas iniciativas pasan por unos primeros años difíciles. Sin embargo, hay que apostar por ellas y mantenerlas en el tiempo, no pensar sólo en el consumo interno. Hay que tirar de la gente de fuera y traerla a Huelva. Mira la riqueza que tiene el folclore de Huelva y, sin embargo, no hay un centro de documentación musical o un archivo.

-¿Los onubenses no luchan por lo suyo o no ven las oportunidades, mientras se lamentan de lo que otros consiguen?

-Lamentarse de lo que otros tienen, a mí no me gusta porque es una actitud que ya parte de cierto complejo. Uno tiene que mirarse a uno mismo y preguntarse qué puede hacer, y no estar mirando por el rabillo del ojo al de al lado, partiendo ya de una posición de inferioridad. Yo creo que la responsabilidad es de quien es y cada vez que decimos "la gente de Huelva" o "la sociedad de Huelva" es como si se diluyera. Hay responsables. Creo que ésta es una ciudad que vive ensimismada con sus cosas de aquí cotidianas, sus pequeñas historias, dimes y diretes. Pero no tiene mentalidad de situarse en el mundo, de que el mundo la contemple porque tiene muchas cosas que enseñar.

-¿Qué habría que hacer?

-Intentar que lo que ha aprendido la gente de Huelva que ha conseguido cosas importantes de verdad pueda germinar aquí. Yo haría lo imposible por atraer a gente como José Luis Gómez para el mundo del teatro; a pintores, a gente que hace cosas importantes. Y de alguna manera, ligarlos a Huelva, implicarlos en la vida cultural de la ciudad, que hagan cosas, que ideen iniciativas para Huelva. Porque si yo las ideo para otro sitio, si hago espectáculos para la Bienal, si estreno músicas en el Festival de Música y Danza de Granada, qué menos que pueda dejarle a las siguientes generaciones esa riqueza y todo lo adquirido con el tiempo. Se trata de dotar de verdad a Huelva de una vida cultural pero de alta calidad, con gente que está capacitada para hacerlo y que nos dejemos de provincianismos, de mi vecino y del que viene al despacho a verme 20 veces.

-¿Usted se siente profeta en su tierra?

- No, pero eso suele ser habitual. Tampoco aspiro a serlo. Me conformaría con tocar el mismo número de veces que lo hago en cualquier otro sitio de España, y no cada siete años. El nuevo señorito es el diputado de Cultura o el concejal de Cultura que da y reparte al que más le adule, a quien le espere en la puerta o le invite a comer. A mi todas esas cosas me dan alergia. No digo que esto sea una cosa de Huelva solo, sino de muchos sitios. Lo que pasa es que todavía en Huelva suceden cosas que ya fuera de aquí son impensables. Que el presupuesto de Cultura se reparta entre gente que no se dedica a esto, sino que tiene su trabajo por la mañana y por la tarde se dedica a esto para entretenerse, divertirse y echar el rato es impensable fuera de aquí. Tienen que tener su sitio, pero en Huelva también hay gente que puede representarla más que dignamente, que tiene éxito, buena imagen y cartel incluso fuera de España. Pero vivimos ensimismados con nuestras cosas.

-¿No ha habido una evolución en estas cuestiones desde sus comienzos?

-Te voy a contar una cosa que nunca he contado públicamente pero que merece ser conocida porque da vergüenza. Hace 25 años Paco Toronjo me llamó para ir a París y una mañana me pidió que fuera con él a la Diputación para que le leyera el contrato, porque él no sabía leer. Paco fue y es un artista con mayúsculas y en aquel momento era la bandera más importante de Huelva. Fuimos al despacho de un técnico de Cultura y, tras leer el contrato, le comenté a Paco que no había constancia de que se le fuera a pagar. Paco le dijo al técnico: "Mi sobrino dice que aquí no pone nada, qué pasa aquí". "Hombre, Paco, encima que te pagamos el viaje y el hotel, ¿también quieres cobrar?", señaló el técnico. Esto, hoy día, ha cambiado poco. Y eso no me lo contaron, lo viví en primera persona. Aquello lo solucionó Domingo Prieto, que era entonces presidente de la Diputación, y se sorprendió mucho al enterarse. Da vergüenza contarlo. Así trataron a Paco Toronjo en la Diputación de su tierra, con esa falta de respeto total.

-La cultura, en general, pasa momentos complicados en la actualidad.

-Los gobiernos de derecha nunca se han caracterizado por el entusiasmo sobre el mundo de la cultura y este último Gobierno tampoco. Al contrario, yo creo que nos ha castigado bastante. A ellos les gusta medir mucho las cosas por rentabilidad. Desde luego no es la mejor manera de medir la cultura, pero incluso resistiría a ese análisis. Y la cultura, que es mucho más que una cuestión de rentabilidad, es también rentable. Y sobre todo en algo difícil de medir como es el prestigio de un país. Hablan mucho de la marca España; pues la marca España se consigue con prestigio y el prestigio lo dan las personas que nos representan en cualquier aspecto de la vida, en el deporte, el arte, incluso en la política.

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