Fila siete

Hacedores de sueños

Hace días moría una de las más grandes intérpretes del cine musical norteamericano de todos los tiempos: Cyd Charisse. La recordamos como 'ninfa egeria' de esa cinematografía estelar de las más rutilantes estrellas de un firmamento de decorados fantásticos, fastuosos y memorables donde música, canciones y bailes llenaban la pantalla. Figuras como esta extraordinaria bailarina protagonizaban primeros planos. Títulos fascinantes nos recuerdan su arte singular, las piernas más famosas del cine y su serena sensualidad en títulos tan inolvidables como Cantando bajo la lluvia (1952), Melodías de Broadway (1953); Brigadoon (1954) y Cita en las Vegas (1956).

Como suele ocurrir con ciertas estrellas del cine de otra época algunas pasan más desapercibidas que otras. Pudiera haber ocurrido con Cyd Charisse, no es el caso de nuestros periódicos que la recordaron en una excelente columna de Carlos Colón, publicada al día siguiente de su muerte, pero es cierto que su óbito no ha tenido la misma repercusión que la de otras personalidades de su tiempo, siendo, como decía, una de las primera bailarinas del musical de Hollywood.

Pero quiero referirme hoy al fallecimiento de otro de los prestigiosos creadores del cine, de ese mundo de fantasías que es el Séptimo Arte y del que ellos son artífices imprescindibles, sobre todo en aquellas películas que requieren de su creatividad y destreza para hacer posible una magia que sólo podemos en la gran pantalla del cine. Recordemos así a Stan Winston, otro hacedor de sueños y fantasías aunque fueran tan espantosos como los monstruos de Alien (1979) y Parque Jurásico (1993), por citar los más famosos, que dejó de existir hace unos días en su casa de Malibú, California.

Stan Winston era un auténtico genio de las técnicas visuales que tan necesarias se han hecho en ese cine fantástico o de ciencia ficción de los últimos tiempos. Él hizo posible cuanto imaginaron directores como Steven Spielberg, Tim Burton, Ridley Scott y James Cameron, por citar sólo algunos. Fue un pionero en la utilización de las imágenes generadas por ordenador a las que imprimía su extraordinaria creatividad y un dominio de sus visionarias técnicas en el ámbito de los efectos especiales.

El propio Stveen Spielberg, que sin la importante contribución de creadores tan imaginativos y geniales como Stan Winston, no podría realizar sus películas, reconocía que era un artista e inventor intrépido y valeroso. "Mi mundo cinematográfico no habría sido el mismo sin él y le echaré de menos al recordar su risilla cuando me decía que nada es imposible", evocaba el director de Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, que actualmente se proyecta en todas las pantallas del mundo.

Quizás la muerte de Stan Winston no haya tenido la repercusión que noticias intrascendentes de otras figuras del cine, que, por causas a veces ajenas a él, ocupan primeros planos y portadas. Pero muchos de los que hoy recuerdan grandes emociones, sobresaltos y fuertes sensaciones ante determinadas imágenes, se lo deben a este extraordinario mago de las imágenes y cuando vean, por ejemplo, a los famosos 'cyborgs' asesinos de Terminator 2 (1984) -un clásico de la ciencia-ficción- con los que ganó dos premios Oscar -ganaría dos más con otras películas-, no sabrán que eran obra de este hacedor de sueños y fantasías que moría hace unos días.

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