Cultura

Guerra en el país imaginario

  • Benoît Pellistrandi analiza en un simposio de historia eclesiástica la perspectiva europea de la contienda civil española, marcada por "tópicos" e "ideas románticas"

El Alcázar acogió ayer el XIX simposio de Historia de la Iglesia en España y América, organizado por la Academia de Historia Eclesiástica, al que asistieron, entre otros, el arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, y el nuncio del Papa, Manuel Monteiro. Bajo el título La iglesia en tiempos difíciles (1936-1939), los ponentes analizaron cómo afrontó la Iglesia católica la Guerra Civil. La perspectiva exterior la aportó el catedrático de Historia Contemporánea Benoît Pellistrandi, director de Estudios de la Casa Velázquez hasta 2005.

Pellistrandi habló de la visión francesa de la contienda, que en el país vecino y en el resto de Europa, dijo, se analizó partiendo de la "idea romántica que se fraguó de España en el siglo XIX", lo que provocó que, más que "análisis políticos", fuera del país abundaran los "juicios de una España imaginaria". Así, por ejemplo, la "extrema crueldad" de la guerra se achacó, sin más esfuerzos intelectuales, al "carácter apasionado" español. Y ésta fue, añadió, "una de las maldiciones" para España: fuera, el conflicto se interpretó "en clave europea", rara vez a la luz de la Historia de España.

El socialista Leon Blum, entonces primer ministro galo, respiraba en su país un ambiente de "vísperas de revolución", lo que provocó que el caso español fuera un "espejo"; Blum llegó a contemplar incluso, "una hipótesis nada infundada", el estallido de una guerra civil en Francia. El campo de batalla allí fueron los periódicos, que reprodujeron la guerra ideológica de España con sus matices locales. Presionado por Inglaterra, por la prensa, incluso por sus compañeros, el primer ministro suspendió una entrega de armas al bando republicano previamente pactada. Más tarde se arrepentiría, "confesó que le dolió" desasistir a la izquierda, y prestó ayuda clandestina a través de un pequeño suministro en la frontera con Cataluña; una mera anécdota al lado de las ayudas italiana y alemana a los franquistas. Blum, en una curiosa interpretación, adujo que su marcha atrás se debió al temor de que la guerra se extendiera al conjunto de Europa, y que ésta fue "su manera de ayudar a los republicanos españoles".

Para Pellistrandi, "la atrocidad y la mística del combate" fueron los elementos que hicieron de este enfrentamiento algo "particular". "No fue sólo un hecho político y social; también fue espiritual y moral, un caso especial, de alcance universal y metafísico". El catedrático encuentra "paralelismos evidentes" entre la guerra española y lo que él llama las "tentaciones preclichystas", una de ellos "la instrumentalización religiosa del régimen".

Este motivo, señaló ayer, provocó cambios de filas significativos entre los católicos franceses. Muchos de ellos, dijo, denunciaron la "falta absoluta de piedad" de los franquistas. El escritor Georges Bernanos, que años antes había defendido el "alzamiento", firmó un panfleto "de enorme repercusión" en el que criticaba duramente la actitud de la Iglesia, aunque sin llegar a apoyar la causa republicana.

Con los años, sobre todo tras la llegada de los refugiados, la visión francesa de la guerra cambió. "En tres semanas entraron 500.000 personas", afirmó el catedrático, lo que provocó, de un lado, episodios de "incomprensión y rechazo" y, por otro, una lectura "extraordinariamente politizada" del conflicto, basada en la "idea de España de las víctimas y los exiliados", cuyos "tópicos" han empezado a ser discutidos sólo hace algunos años, cuando ha habido "hitos reinterpretativos" que han servido para recordar que la izquierda también cometió atrocidades y que el tiempo ha convertido la división entre aquélla y la derecha en algo "mucho más complejo" de lo que era en la década de los años 30, durante el enfrentamiento entre totalitarismos y democracias.

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