Cultura

Gente haciendo canciones para oyentes sui géneris(Guitarras y voces que me hicieron prisionero en 2016)

Una lista con lo mejor del año nunca es como un relato de los acontecimientos. Al menos, no como uno fidedigno. No debiera serlo, más bien, habría que decir.

No sé si lo que sigue es una lista al uso, o si es más bien aquello que definí en su momento como la lista tonta. En cualquier caso me parece un repaso sui géneris, desinhibido y libre. Más bien se trata de una posición espontánea con respecto al acto musical en sí, esa simpleza de los cascos y el reproductor. El acto íntimo. Así que están ustedes ante la selección de un oyente crítico, pero que se dejó llevar por una disposición perezosa en numerosas ocasiones, entregado relajadamente a los efectos de la simple y azarosa audición, y sin necesidad de acudir a todas esas referencias musicales consideradas indiscutibles.

Sea como fuere, el comienzo de 2016 estuvo marcado por las atmósferas ampulosas de Diiv y un álbum con trabalenguas por título: Is the Is Are, de voces ensoñadoras, portada naif y la magia de bandas de los noventa como The Cure pero con pegada más energética. Casi simultáneamente, Suede entregaban su sexto disco de estudio. Veteranos con ínfulas de eternos novísimos, Anderson sigue conservando esa voz glamourosa y poética que los encumbró, mientras sus letras exploran los temas de siempre: juventud, muerte, nostalgia de la infancia, encuentros amorosos en el filo, o la ruda desesperación del vídeo No tomorrow.

The Gotobeds son una banda de Pittsburgh que cultivan desde el emocore al post punk aguerrido, con el recuerdo a unos Guided by voices con más plomo, y el oído puesto en ciertos ritmos británicos sincopados. Tanto el toque Pavement o The Fall como el guiño en el título del disco (Blood//Sugar// Secs//Traffic) pueden hacernos esbozar una leve sonrisa.

Existe un mundo sin las melodías de EZTV, y otro bien diferente con ellas. Más bien digamos que mi día a día fue distinto después de conocer de la existencia de Ezra Tenenbaum y sus canciones. No me había repuesto de su debut discográfico, cuando el trío de Brooklyn nos obsequiaba con High in place, un bocatto di cardinale para los amantes del buen pop de guitarras trenzadas con sentimiento. Por su parte, los californianos Allah Las superaban favorablemente el síndrome del tercer álbum con esa dosis habitual de retro-surf, a la que se sumaba en esta ocasión un particular toque Velvet post-John Cale o quizás pre-Doug Yule.

Mención aparte merecen las cuidadas y artesanales ediciones en vinilo del sello español You are the cosmos, que el pasado año nos obsequió con un bonito recopilatorio bajo el título : 23 bandas contemporáneas con el nexo de unión de la guitarra de doce cuerdas en su línea melódica. No solamente la clásica Rickenbacker, pero sí casi siempre. Imposible decantarse por alguna de las 23 canciones del disco.

Otros lanzamientos de dicho sello discográfico que ocuparon buena parte de mi tiempo: el americano Reno Bo y su power pop vitalista, el maravilloso álbum de Diamond Hands y su sabor a yogur californiano, y las compilaciones dedicadas a Daniel Wylie, tanto en solitario como al frente de los Cosmic Rough Riders.

Con Wylie comparte un casi desconocido Peter Bruntnell su gusto por las dulces melodías mezcladas con extensos mantras de la cepa de Neil Young, y de eso está lleno el fabuloso Nos Da Comrade. The Hanging Stars, por su parte, continuarán a buen seguro con su aura de grupo minoritario, mientras esparcen a lo largo de Over the silvery lake su paleta de música cósmica americana e instrumentales estados mentales evasivos.

La cuota de rock de las antípodas la pusieron en esta ocasión The Murlocs desde Melbourne, garaje psicodélico y una de mis exquisitas cabezonadas personales, y, por supuesto, King Gizzard & The Lizard Wizard, y la pantagruélica epopeya a la que nos tienen acostumbrados, papilla de psicodelia burlona, hármonicas que son punteos de guitarra, y el espíritu de Zappa en desbocado viaje al centro de la mente, sin apartarse de la serie B, pero cada vez más lejos del frenesí de sus vídeos y más próximos al alucinante viaje del astronauta de 2001.

The Roomsounds, por su parte, se unieron a la troupe de grandes hacedores de canciones del rock americano con piezas como Elm St., lo mismo que Porches con Be apart y su pop deprimente de sintetizadores. No faltaron a la cita tampoco Parquet Courts, esos genios del rock arty y el recitado exhausto, que pese a no desprender parte de la energía vital de sus primeros temas parecen granjear nuevos adeptos con Human Performance.

Pese a la intriga de la espera, las nuevas canciones de The Jayhawks, pioneros del americana y dueños de la roadmovie musical durante los últimos treinta años, no parecieron suscitar demasiado el interés de crítica y público, pese a que mantienen el nivel y exploran nuevas tonalidades.

Otros nombres -perfectamente desconocidos a la par que prometedores- de 2016, fueron los de Big Thief, cuarteto encabezado por la voz de Adrianne Lenker, a punto de resquebrajarse en temas como Paul, o el descarnado soul blanco de Hamilton Leithauser con la potente exhibición pulmonar de A 1.000 times al frente. Otra de las salidas de tono del año la protagonizaron Sheer Mag, que funden riffs setenteros pegadizos con el relampageo rabioso de unos Thin Lizzy, amén de esa iconografía engañosa de las portadas (más propia de bandas de trash metal), y de su oronda cantante, Tina Halladay, que grita por los asesinatos sin resolver de Ciudad Juárez y la violencia contra las mujeres.

La vuelta de The Tyde fue otro disco postrero con "canciones de amor, sexo y arena" compuestas por Darren Rademaker, toda una institución de los sonidos típicamente angelinos. Pop de autor adulto, de voz lánguida y puestas de sol nostálgicas a cargo del hippy que nunca duerme.

Y por fin llegamos al debut de The Lemon Twigs, los hermanos D'Addario y toda su imaginería glam. Una exhultante mezcla de brillantes virtudes compositivas y arrogancia juvenil escénica, así como unas dotes para lo sinfónico que habrá de pasar mucho tiempo para superar. De la voz exangüe de As long as we're together al melodrama de These words, no hay que perderse Do Hollywood.

My woman, de Angel Olsen debe haber sido un gran y extenso esfuerzo compositivo. Su autora es capaz de cambiar el registro, de lo cercano y romanticón a lo eléctrico y visceral, perdiéndose en lo mórbido de la distorsión final de Not gonna kill you, y culminando con la atemporalidad de Sister, interminable y eterna en la memoria. La galesa Cate Le Bon se muestra exótica en la portada de Crab day. Uno de esos discos donde el mensaje, de existir, está más en cómo se dice (xilofones desbocados, vientos risibles, arreglos disonantes) que en lo que se dice. Estamos ante un mosaico de pop dadaista, iconoclasta y dulce, casi para ilustrar desfiles de Ágatha Ruiz de la Prada, y que hacen de la Le Bon, desde ya, una de mis mujeres favoritas.

En lo que se refiere al ámbito local, Delbosque editaron en febrero su Interferencias, y en la actualidad se encuentran inmersos en la grabación de su nuevo álbum. Los también onubenses Marklenders nos obsequiaron con Meriendacena, grabación notable para la generación de la segunda nuevaola española. Letras, chistes e historias privadas, muy lejos de los pasajes épico-poéticos que exploraron en los ochenta-noventa las bandas clásicas del panorama hispano.

Otro año más no será -seguramente- ni mejor ni peor, sino diferente, o más bien será afrontado desde una perspectiva diferente. Mientras, Groucho nos sonríe desde la tumba, apurando su puro, y parece susurrarme aquello, tan apropiado para ocasiones como ésta: "Estos son mis principios. Si no le gustan... tengo otros".

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