Cultura

La Fundación José Manuel Lara publica la poesía completa de Eduardo García

  • 'La lluvia en el desierto' incluye dos poemarios inéditos, 'La hora de la ira' y 'Bailando con la muerte', en los que están muy presentes la enfermedad y la inminencia de la despedida

Eduardo García, en una imagen de 2014.

Eduardo García, en una imagen de 2014. / barrionuevo

"Mas si el destino está en quedar en nada / rema a contracorriente, a tumba abierta, /apurando los cauces, siempre alerta / al destello que inflama la mirada. / Si todo ha de acabar, muerde muy fuerte / cada hora que le robas a la muerte". Así termina Si todo ha de acabar, el último poema de Bailando con la muerte, uno de los dos breves poemarios inéditos que incluye La lluvia en el desierto, el libro recién publicado por la Fundación José Manuel Lara en su colección Vandalia que recoge la poesía completa de Eduardo García, con prólogo de Andrés Neuman y epílogo de Vicente Mora.

A Las cartas marcadas (1995), No se trata de un juego (1998), Horizonte o frontera (2003), Refutación de la elegía (2006), La vida nueva (2008) y Duermevela (2014) se unen en esta obra La hora de la ira y Bailando con la muerte (2016), junto a otros poemas rescatados o inéditos escritos entre 2005 y 2012. La lluvia en el desierto es el título que García, ganador del Nacional de la Crítica y del Ciudad de Melilla, entre otros premios, había elegido para su poesía reunida.

El libro cuenta con un prólogo de Andrés Neuman y un epílogo de Vicente Luis Mora

"Mi relación con Eduardo fue al principio casi discipular. Pasados los años llegó a ser una relación más equilibrada y simétrica, siempre presidida por una amistad para mí entrañable", señala Mora, mientras que Neuman habla del poeta fallecido hace un año como de un "hermano y compañero de viaje: todos los vínculos, emociones y complicidades que pueden establecerse con un semejante" los experimentó "con él".

"Si ha de llegar la muerte / que nos sorprenda en cama, desnudos y enlazados: / zarpamos en la noche, una corriente, / va escalando la bruma nuestra piel, / un remoto fluir hacia la nada", escribe el poeta en otro de sus últimos textos (En carne y sueño), marcados por la enfermedad y la cercanía del adiós. El libro será presentado el 29 de marzo en Madrid por Luis Alberto de Cuenca.

En el análisis del itinerario del escritor nacido en São Paulo en 1965, Mora manifiesta que "su obra poética se componía de diversas ramas, pero todas ellas pertenecían al mismo árbol, un árbol mítico que tocaba las alturas metafísicas, pero que al mismo tiempo insertaba profundamente sus raíces en el suelo de lo real, incluso de lo político. Nada de lo humano, ya sea carnal o intelectual, resulta ajeno a la poesía de Eduardo García". Por su parte, Neuman destaca "su fascinante evolución estética, desde una cierta narratividad realista hasta un simbolismo más onírico, sin perder jamás la coherencia. Sus búsquedas estéticas tienen todo el sentido del mundo, viéndolas en perspectiva. En el primer Eduardo se adivina al último, y el último aún parece recordar al primero".

En sus inicios, explica Mora, García "sigue una línea digamos hispanoamericana (que abrió sus poemas a la fantasía y la otredad)", y luego toma "una dirección absolutamente particular, suma de sensibilidad poética, mito inconsciente y reflexión racional". El autor de Duermevela "aportó a la poesía contemporánea un modo de pensar y también de pensarse como discurso expresivo compuesto a medias de racionalidad e irracionalidad". Neuman lo define como explorador de nuevos lenguajes y se refiere a "su capacidad de modificar su formación filosófica en pensamiento lírico, algo bastante infrecuente en la tradición española (a diferencia de la poesía alemana o la inglesa, por ejemplo)".

García destacó además por sus trabajos ensayísticos, especialmente por su exitoso manual Escribir un poema. "Pero su mayor aportación al pensamiento poético -recuerda Mora- fue Una poética del límite, un acercamiento que va mucho más allá de una poética al uso, levantando una auténtica teoría cuya calidad cuenta con escasos parangones en nuestro país". Su interés por la labor divulgativa era para Neuman digno de elogio, pero compatible con "la reflexión ensayística pura y dura". "La simbiosis entre ambos campos me parece muy fértil", añade.

Su legado está vivo y hace de su obra un referente incuestionable, "pero yo confío -aclara Neuman- en que no haya creado escuela. Más que crear escuelas, los grandes poetas las transforman y las rompen". Para Mora, el autor será recordado de tres formas: "como un excelente poeta, como un notable ensayista en temas poéticos y, lo más importante, como uno de esos escasos componentes de la república de las letras que siempre suscitan una sonrisa de simpatía y afecto al recordar su nombre. Eduardo solo cosechó amigos y buenas palabras. Creo que eso dice mucho de la memorable persona que era".

García fue objeto de un homenaje en la pasada edición de Cosmopoética en el que participó Jesús Urceloy, que lo conoció en el Ateneo de Madrid en el año 87, años de juventud, de primeros versos, de reuniones en la plaza de Santa Ana para compartir poesía y cervezas. Intercambios, lecturas, correcciones, "la mejor escuela" para muchos de los que participaban en unos encuentros en los que García era un vector fundamental. También Ángel Zapata, que señaló que Jung le dio al poeta la "síntesis" entre el realismo y lo visionario, y así empieza a realizar una obra poética "brillante" que "no llega nunca al surrealismo" porque para él había un elemento esencial en la poesía: "la comunicación". Desde su "humanismo marxista", su "confianza básica en la naturaleza humana" y su talento verbal diseñó su proyecto poético.

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