Cultura

Francisco Martín: firme valor de la composición actual española

Francisco Martín Quintero.

Francisco Martín Quintero.

La reciente concesión del XXXIII premio Reina Sofía de Composición al onubense Francisco Martín Quintero por su obra Orografía sonora nos insta a hacer una semblanza de su carrera y sus obras.

Francisco Martín Quintero nació en Huelva en 1969. Inicia sus estudios de Armonía con Vicente Sanchís para continuar en Sevilla de la mano de Luis Ignacio Marín, Manuel Castillo y Antonio José Flores. Más tarde se adentra en la Composición con los maestros David Padrós, Tomás Marco y José María Sánchez Verdú y fue profesor en San Bartolomé de la Torre, el conservatorio Victoria Eugenia de Granada y Rafael Orozco de Córdoba. Sus obras han sido interpretadas por el trío Arbós, Musikfabrik y la Orquesta de cámara andaluza.

Se interesa por el mundo microinterválico y va en busca de romper la barrera del semitono. Entusiasta de los extensos campos culturales, el onubense subraya la importancia de la literatura como fuente de inspiración a la hora de componer. Comenta que una novela o un poema pueden ser el punto de partida de una aventura compositiva apasionante, donde su proyecto preconcebido irá alcanzando una solidez de estructura hasta hacer realidad a la obra. Francisco habla de cazar el instante musical así como de recordar el sonido imaginado para una lenta y concienzuda trama y evolución. Baste echar un vistazo a su catálogo para imbuirse de esas concomitancias: Costas oscuras de honda presencia, Imaginaciones de don Quijote, Trazos en el aire, Inmanencia segunda y Orografía sonora. Hagamos un repaso a algunas de ellas.

Costas oscuras de honda presencia es una música que arranca en el estatismo, que se romperá con breves batidas solistas para luego manifestarse una textura evocadora: el violín y el chelo dibujan cortinas disonantes mientras el piano apuntala la estructura. Poco a poco la factura de los tres instrumentos se vuelve más compacta. El efecto conjunto consigue un hermoso ambiente enrarecido donde se oye lo trascendente y lo siniestro.

Trazos en el aire llama la atención con una bonita línea ascendente por los clarinetes hacia un tutti atronador. Después asoman el piano y la celesta con un estilo propio del japonés Toru Takemitsu. El recurso de la reverberación como refuerzo a los finales de frase aporta un brillo armónico peculiar. Seguirán inspiradas secuencias de una cuerda disonante que parece como si acariciase así como unos tonos medios a la manera de una alfombra sonora que hace retrospectiva del lenguaje armónico tradicional.

Inmanencia Segunda, escrita para saxofón bajo, posee el inconfundible estilo de los años noventa: instrumentos que sacan provecho de la media voz, alegoría del alma sonora expresada desde el subconsciente. La alternancia con pasajes vivos y horrísonos da a la música un corte psicológico muy atractivo. También el recurso de notas simultáneas retumbantes hace pensar en los soliloquios instrumentales de Berio o Nono.

Orografía sonora es resultado de una cuidadosa revisión. Se trata de un fresco orquestal con rica plantilla que describe secuencias a modo de escenas. Uno de los motivos centrales representa la fuerza interior de la composición: cuerdas gimientes en expresivas ráfagas que se funden con la familia del viento, apuntalada en trompetas y trombones. El compositor muestra aquí inequívocas influencias del Nacionalismo del norte de Europa, como las suites de Jean Sibelius.

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