Cultura

Eternamente barroco

El Museo de Huelva, en su Sala Siglo XXI, coordinada por la Diputación de Huelva, cuelga una exposición que no debemos dejar escapar, es de gran interés: Una entreabierta obra ausente BIS. Barroco-Collision, del artista Manuel Egido.

Según el historiador Germain Bazin, un sabio de la interpretación del arte, fuera de los doloridos ejercicios de que esta obra mide tantos centímetros y su autor recogió flores del Pisuerga mientras su padre se amancebaba con una danzarina de origen maragato, de ahí su personalidad ciclotímica, barroco proviene del portugués barrôco, como así se le determinaba a ciertas perlas de forma irregular. Esa irregularidad, por asociación al movimiento, a la mancha, todo corporeidad y/o masa de color, que todo lo inunda en detrimento de la línea, simetría, medida y la sintonía renacentistas, deriva por extensión al designio de los siglos XVII y XVIII, caracterizado por la abundancia de formas anormales, extraordinarias, caprichosas e inverosímiles en volutas, roleos, adornos de líneas curvas, sofoco de elementos…

Pero el barroco, como concepto, no sólo se ancla a los siglos citados. A lo largo de la historia, como un chicle que se estira y contrae, lo barroco o abarrocado arriba a los estilos predominante cuando las situaciones económicas y morales se hacen más precarias, cuando el intelecto siempre busca una salida para la mejora continua. Mi admirado Eugeni d´Ors afirmó que el barroco es "aquello en que el espíritu imita los procedimientos de la naturaleza, lejos de lo clásico, en que el espíritu imita los procedimientos del espíritu". Y esta consideración de uno de los más conspicuos del pensamiento español del siglo XX, viene justa y precisa para interpretar y justipreciar la obra de Manuel Egido, el artista que podemos contemplar en el Museo, donde el concepto confuso y alucinatorio de lo pop y de lo surrealista de la vida, desde dentro y desde fuera, ánimo, vigor y naturaleza, se hace fuerza, crítica, realidad en el libro abierto de la reflexión.

Egido, un desconocido pero sin duda valor fundamental de los últimos 40 años del siglo XX en la plástica sevillana, de esa que lucha por romper los lazos de la soberanía estúpida que no hay más arte que el heredado de nuestros muertos bien muertos, nos trae a Huelva el bendito empeño de una creencia personal y familiar por universalizar una obra extremadamente honesta y rompedora, y de una comisaria, la historiadora del arte Belén Chueca Izquierdo, que no ceja porque una producción artística de tal altura duerma el sueño de los justos a causa de los injustos precios de la vida.

BIS o Barroco Collision es una eclosión de experiencias plásticas e intelectuales medidas con precisión a lo largo de una vida. Sabe lo que expresa en la materia resultante pensando y urdiendo lo que sabe. Y eso no está al alcance de tantos. Nada es casual, todo es una fiesta de la crítica social e intelectual, mentada y precipitada sobre el producto con el fin de incluir al espectador en la escena de su espectáculo vivo. Y escribo espectáculo vivo por la sencilla razón de que sus provocadoras obras, plena de ironía y lance, necesitan de la palabra o del gesto del espectador para cumplimentarse. Catarsis.

En su barroca materialización de la obra se funde la pomposa y estrambótica disponibilidad de lo español, barroco entre barrocos, y de lo andaluz, barrocos entre el barroco, es decir, se dan cita conceptos y formas, aptitudes y actitudes, continentes y contenidos que se definen y realizan en inestabilidad, movimiento, derroche, piedad, madurez, ilusión, hidalguía, miseria, lujo, fe, melancolía, praxis, desarrollo, soledad, vanidad, vida, muerte, dogma, espíritu, sueño, desengaño, utopías, engaños, gracia, virtud, desproporción, clasicismo, claroscurismo, fanatismo, nuevo, viejo, cinismo, luz, sombra, galantería, hedonismo, epicureísmo, erasmismo, castidad, meditación, burla, principio, ostentación, pulcritud, enfermedad, sanidad, amor, pecado, vida, moral, causa, efecto, causticidad, falsedad, sufrimiento, seducción, disimulo, embozo, autoridad, ocultismo, imposición. Idealismo y realidad. Trampantojos. Lo absurdo. Nihilismo. Contraste de (lo) español. Negro y rojo. Cielo e infierno. Tierra. Paisaje. Paisanaje. ¿País? País. Derechos consuetudinarios. Hispania. Al Andalus. España. El hombre como parte de la vida. Somos lo que nos separa, no lo que nos une, que es casi todo. La vida es un día. La muerte una eternidad. Exaltación. De los hombres. De las imágenes. De la fe a Dios en Cristo. Sacrílegos de sacristías. Iglesia de pecadores. Golpes de pecho. Golpes de efectos. Pacatos de modernidad. Destino. Universal (y aquí tampoco hay épocas ni emperadores) Ni consenso. Solo palabras.

Manuel Egido funde la palabra (del hombre) y la obra (de la sociedad). Y de tal manera que hace ver al ciego, hablar al mudo y oír al sordo. No falsifica, ni falsea. Tan español su lección que sobra calificarlo. Tan andaluza su dialéctica, su comparación y colación de imágenes y de pensamientos, que basta interpretación, que basta etiquetas.

"Mi intención es adecuar la técnica al concepto", dice Egido. Lástima que no todo artista sigue su procedimiento. Fundamentalmente al estar más pendiente al concepto, por intelecto y mano, que a la técnica perdida en los vericuetos de las nuevas tecnologías, la arbitrariedad del mercado, la ausencia de ética y el fracaso de la enseñanza académica.

Sin duda, un acierto de la dirección cultural de la Diputación ofrecernos una obra de un autor eternamente barroco, eternamente joven. Eternamente vivo.

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