Crítica de Cine

Espejo de miserias

Álex de la Iglesia y Carolina Bang, durante el 'Photocall' del estreno.

Álex de la Iglesia y Carolina Bang, durante el 'Photocall' del estreno. / javier lizón / efe

Hemos perdido la cuenta de las veces que hemos escrito aquí que el cine de Álex de la Iglesia se perdía siempre en su escaso control de los excesos por los que solían desbarrancarse sus apuestas de encierro coral. Tal vez por eso sorprende encontrarlo ahora tan contenido y efectivo, a buen seguro como consecuencia del carácter de encargo (Mediaset) de este producto que, a su vez, es un remake casi de urgencia de Perfetti sconosciuti (2016, Paolo Genovese), una de las películas italianas más taquilleras de los últimos años.

Sea como fuere, Perfectos desconocidos reúne suficientes elementos para integrarse sin demasiados problemas en el corpus delaiglesiano, a saber, vuelve a reunir a un nutrido grupo de personajes en torno a un único espacio en una variación del viejo vodevil sometida a la torsión del esperpento con toques de actualidad a propósito de los escurridizos y problemáticos límites entre la verdad y la mentira o lo privado y lo público alrededor de una mesa a la que se sienta un grupo de amigos.

Planteada la situación-marco, Perfectos desconocidos va desgranando poco a poco las capas de unos personajes muy bien perfilados que funcionan como engrasadas piezas de relojería en el mecanismo de la farsa, la réplica, el giro y la sorpresa, un mecanismo vigilado por esa luna de sangre que, como trasfondo mágico de la función, ejerce su influencia para el paulatino descalabro de las apariencias en el que deviene la película.

Si la película es un regalo para los actores (y De la Iglesia lo apuntala en cada plano), lo es en doble ración para Ernesto Alterio, quien está aquí un peldaño por encima de sus compañeros en su composición directamente extraída del screwball que pone una nota de verdadera locura al incuestionable y matizado brillo coral.

Dejaremos para un segundo término las posibles lecturas sociológicas que pudieran derivarse de la trama de teléfonos y mensajes al descubierto, mezquindades de pareja, miserias de la clase media o segundas oportunidades en forma de epílogo tramposo.

Perfectos desconocidos es, sin duda, un producto popular con cierta inteligencia, tan oportuno como posiblemente efímero y, lo que es más importante, la demostración de que De la Iglesia también es capaz de no boicotearse a sí mismo cuando se lo propone(n).

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