Crítica de Cine

Elogio del tonto útil

James Franco dirige y protagoniza 'The disaster artist', Concha de Oro.

James Franco dirige y protagoniza 'The disaster artist', Concha de Oro. / h.i.

Parece evidente que el prolífico y ubicuo James Franco ha visto en la historia del enigmático Tommy Wiseau y su épico fracaso como director, productor y protagonista de The Room (2003), considerada ya por muchos como una de las peores películas de la historia con la consecuente aureola de culto que esto conlleva, un trasunto de su propia y compleja relación con el mundo del cine, escindida entre su condición de estrella mainstream y sus veleidades de autor independiente en una carrera que acumula ya casi una decena de títulos como director.

Franco se transfigura aquí en ese tonto útil y entrañable presa fácil para la mitología popular, capaz de hacer de su ridícula hecatombe toda una épica del trabajo creativo, el autoengaño y la persecución tozuda de los sueños, siempre y cuando, eso sí, se tengan a mano 5 ó 6 millones de dólares para pagarse el juguete más caro del mundo (en 35mm y también en HD) en una delirante interpretación autobiográfica de los fantasmas propios y ajenos.

Concha de Oro en el pasado Festival de San Sebastián, The disaster artist reelabora las memorias de Greg Sestero (interpretado aquí por Dave Franco) y se entrega con indudable cariño y complicidad a aquella gesta del absurdo desde una idea básica y cándida que vertebra toda la película: la amistad masculina (infantilizada, adolescente) como feudo inexpugnable y pacto inquebrantable, el deseo de éxito como estimulante, la ausencia de sentido del ridículo como pose vital y artística.

Y es el propio Franco quien sostiene el endeble armazón de esta película con su memorable impersonation del inefable Wiseau, un tipo sin edad, sin raíces pero con mucho acento y dinero (de origen desconocido), en un ejercicio de mímesis que, vista la versión original (esperen a los créditos), se nos antoja toda una declaración de amor al cine, la excentricidad, la locura y el desconcierto.

Junto a Franco, la generosa troupe de secundarios (incluidos algunos cameos estelares) confiere ese necesario aire de calidez y ternura grupal a una película que se guarda de caricaturizar más de la cuenta a estos perdedores de Hollywood que el tiempo y la mitología han integrado finalmente entre sus brazos.

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