cRITICA DE ARTE

Detienen a un hombre por robar carros de la compra

El mismo día que Juan Carlos Castro Crespo inauguraba exposición en el Museo de Huelva, la Policía Nacional detenía en Madrid a un individuo que responde a las siglas J.A.R.C., de 37 años, por el supuesto robo de más de 3.000 carros de la compra. Un botín que, una vez vendido en chatarrerías especializadas, ascendía a 290.000 euros.

Salvo una pieza, todo el botín se ha recuperado. Según fuentes de la Policía, la que falta, de las 3.000 robadas, de color dorado y con dos cuadros envueltos en papel de regalo en su interior, puede hallarse en Huelva. Más concretamente, según ha averiguado este periódico, en el Museo Provincial, en la muestra que, curiosamente -gran coincidencia, ¿no creen?-, J.C.C.C. desarrolla en tres de su salas. Allí, dando la bienvenida a portagayola a una especie de antológica/se/vende/todo/por/liquidación, aparece un carro de la compra que tiene muchos puntos coincidentes con la única pieza desaparecida de este puzzle que ha traído en jaque a la Policía desde hace muchos años.

Que se sepa, argumenta Sothebys y Scotchland Yard, jamás un carro de la compra contuvo tanto valor como el conjunto apresado en Madrid. Pero, quizá, y esto escapa a los británicos, nunca un carro de la compra ha tenido tanto significado, y quién sabe si valor o en espera del mismo, como el mostrado con ironía y maldad en la macro-súper-mega exposición de Castro Crespo, al que antes nos referíamos, para no interferir en las pesquisas policiales, como J.C.C.C.

Dejo la Policía de barrio y me visto de la Científica. A ser posible, mi anatomía me lo permite, del cuerpo de las Chicas de Charlie. ¿Qué quiere decir J.C.C.C. -perdón, Juan Carlos Castro Crespo- con ese carro de la compra ante una miríada de obras que necesitan de espectador y comprador para cumplirse?

1ª. Hipótesis. El toro. La obra se expone en la primera de las salas, la correspondiente a Siglo XXI, gestionada y subvencionada (¿? ¡!) por la Excma. Diputación. Es diciembre, pero aún no es 28. Allí los cuadros tapan hasta la humedad. Hasta el techo diría. No el suelo, menos mal. !!!Por dónde andaría el espectador…¡¡¡ Sin embargo, el carrito de la compra puede significar un toro con trapío. Un morlaco burriciego que desea lidiar esa maravillosa escultura interactiva que el extraordinario monumentalismo típico de Castro Crespo viste de torero. Allí, en el centro de la plaza siglo XXI, el torero, de espalda y de frente, cita al minotauro Apolo con apariencia de carro de la compra.

2ª. Hipótesis. Ironía. Subversión. Epatar. Puya. Aticismo. Galanura. Humor. Castro Crespo tiene una formación envidiable. Maneja las manos y la cabeza, tanto para hacer como deshacer, con una fuerza jamás vista, con una intención que "aborta abortos". Y si los hubiera, los revive con tronío. Crea donde no hay. Y crea lo que te gusta, querido espectador y lector, adquiriendo lo que crees que ves y no lo que él ha sentido. Inteligencia. Sapiencia. Un Picasso/Warhol, un Buonvisi/Rothchilds en El Conquero. Su carro se aproxima en la intención al que Bansky, el posible Robert Banks, o perdón R.B., ya que es buscado por la Policía por sus fechorías en grandes museos, plasmó en una piedra y tituló Hombre primitivo, camino del supermercado. O…, si nos acercamos a Arco 2010, a ese carro invertido, de autor cuyo nombre no pude retener en mi atribulada memoria, que hizo las delicias de los niños que todos somos. El carro de J.C.C.C., posiblemente, es una ironía contra la Navidad. Contra el Mercado. Contra los "todo a cien" del arte y sus carritos electrónicos. Contra sí-mismo.com. Contra el sistema, del que ha participado como el que más, pero se rebela por el espíritu joven que es y acrece con sentido y consentido.

3ª. Hipótesis. ¿Venta pura y dura por… Navidad? Y si cuela la modernez jurásica del carro y vende todo todo todo. !!!Hablamos de tropecientos cuadros¡¡¡ Castro Crespo es de los pintores más procaces y estajanovista (por placer, por ser y por estar) que conozco. Me da igual. Haga lo que haga es de una calidad extraordinaria. Hasta en la mentira. Hasta en el juego fácil. En la reiteración ¿Por qué? Sencillamente, porque sabe qué hace y cómo lo hace. Hasta los bocetos posteriores a la obra, o si no es boceto es alineación o reinvento de la obra en mil formatos y métodos distintos, tiene calidad y sobrada maestría. Sobrada venta.

Sea lo que sea, juro por Melchor, Baltasar y el otro, que no me acuerdo, que le debo otro artículo a J.C.C.C., perdón Juan Carlos Castro Crespo. Eso sí, dejaré de vestirme de Policía, aunque me sienta de cine, y me bajaré al plano de la crítica artística. Castro Crespo da para mucho. Para más. Es un artista tan completo que se ríe de sí mismo con tal de seguir siendo él mismo por los siglos de los siglos. Amén.

Pese al carrito y obras excelentes, su exposición es un caos. Impropia de él, de J.C.C.C., impropia de un catálogo que se ha quedado famélico como los chuchos de La Vega años 50 de la Era de Franco. Impropia de Enrique Martín, un conservador tan inteligente que es vanguardia y enciclopedismo. Impropia de los patrocinadores y la historia que jalonan estas exposiciones anuales. Impropia de ser propio. Impropia de estos tiempos… salvo que todos los mencionados estén implicados en el robo de los carros de la compra y estén imputados, ya, en los tres supuestos. Todo puede ser. Hasta la próxima entrega juro y prometo: yo, María Pérez, natural de León, no he robado ningún carrito de la compra. Si bien, no me importaría tener un cuadrito -¿el de Punta Umbría, por ejemplo?- en mi cestito de Navidad.

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