Cultura

Cine peruano

Fundación Caja Rural del Sur.- Producción: Perú, 2003 .- Duración: 90 minutos.- Dirección y guión: Fabrizio Aguilar.- Fotografía: Micaela Cajahuaringa.- Música: Irene Vivanco.- Montaje: Enrique Río.- Intérpretes: Antonio Callirgos, Anaís Padilla Abán, Eduardo Cesti, Liliana Trujillo, Sergio Galiani, Melania Urbina, Tatiana Astengo, Aristóteles Picho, Gustavo Cerrón, Emilram Cossío

Esta película, que ahora nos trae esta Muestra de Cine Peruano bajo los auspicios de la Fundación Caja Rural del Sur, la vimos en el curso del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva del año 2004. La crónica del cine de esta nacionalidad en el Festival a lo largo de los treinta y siete años de vida, la han llenado, en sus no muy frecuentes apariciones, las experiencias de carácter puramente autóctono y etnográfico. A ello, aunque con carácter de ficción nos devuelve esta película con ese aire clásico de un cine de denuncia, tantas veces visto en este encuentro de cinematografías iberoamericanas.

Este film supone el debut en el largometraje, de Fabrizio Aguilar, actor y director, que, como tantos otros, llegó a Huelva con su opera prima, lleno de ilusión por probar suerte en este Certamen genuinamente Latinoamericano. Sobre todo porque tuvo que esperar varios años, desde 1998, para encontrar financiación al proyecto a pesar de la evidente modestia de su presupuesto.

Y lo hace con una perspectiva inédita llena de la acritud y dureza del tema de esa visión realista sobre la violencia terrorista que ha asolado Perú durante más de una década de manera terrible, despiadada y cruel. El realizador emprende un recorrido biográfico del joven Juan que abandona la cárcel después de haber sido condenado injustamente, como tantos otros, tras una represión indiscriminada de las autoridades peruanas en su desesperada lucha con el terrorismo de facciones tan sanguinarias como Sendero Luminoso y el MRTA. Vuelve atrás en un largo flash back, que es toda la película, para contarnos la odisea de este pequeño, víctima de unos y de otros, de una situación crispada de odios y enfrentamientos.

La película de Fabrizio Aguilar tiene aspecto de documental entre etnográfico e histórico de una épica revolucionaria con la trasnochada ideología de un grupo terrorista fanático, contra una corrupción gubernamental evidente, pero con unos métodos extremistas y sumarios realmente indignantes. Y nos ilustra sobre sus campos de adiestramiento, del secuestro y proselitismo practicado con los niños, a quienes entrena e impone una doctrina guerrillera sectaria e intransigente, que practica el secuestro, el exterminio masivo entre los inocentes campesinos, el cupo, el impuesto revolucionario y la más sangrienta venganza.

Trazos duros para poner en escena la acción de los terrucos, los terroristas peruanos y su violenta acción sobre el campesinado cómplice o inocente, contra la reacción de las Fuerzas Armadas y la más débil de los Ronderos, los propios campesinos armados. Cuando Juan vuelve a su pueblo tras sufrir trece años de presidio ilegal y oprobioso, vemos que todo sigue igual y que el sacrificio de unos y de otros ha sido inútil. Y ahí seguimos.

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