Arte

César Corpa, la mirada perdida en Cuenca

En los años cincuenta y sesenta, la ciudad de Cuenca se hace más mágica para un grupo de artistas que desea pintar en libertad y tenía puesta la mirada en el más desconcertante, reflexivo, poético y activo expresionismo abstracto norteamericano. Un arma de combate. Estética y ética. La abstracción como investigación y la abstracción como camino a la figuración. Entre una reflexión y otra, Cuenca creó una escuela, como definiera el nunca bien ponderado Juan Antonio Aguirre. El tiempo ha dejado huella, una mensaje insondable que pauta una conducta.

Para llegar a estos años de lucidez, transcurrieron años de oscuridad. Las sombras devoraron las luces. Tras el 39 nada fue igual y lo peor que para que fuera igual y mejor hacía falta que el tiempo te regalara más vida y más ingenio. Y más esperanza para revivir la libertad. La explosión de Dau al Set o El Paso en la vida pública no cambió demasiado la mortecina sociedad cultural española. El gran Eugeni d'Ors, en los primeros años de la postguerra, dejó sentado que crítica, público y Estado "se encuentran en ayunos de conocer una sola página del arte contemporáneo universal". Lo que no se conoce da pavor. Era complicado, todo era complicado. La abstracción era un mensaje codificado que podía minar las mentes vírgenes de los españoles de bien. La abstracción… cualquier expresión. O palabra.

Si el papel de Dau al Set fue importante, más en el exterior que en el interior del país, el rol desempeñado por El Paso y sus miembros, algunos muy influyentes y bien respaldados, fue fundamental en toda la península. A partir de ellos, o mejor, con ellos, el Estado se dio cuenta de lo que podría suponer "exportar" arte de vanguardia por el mundo. Qué buen procedimiento para lavar la cara a un país represivo. En España, lógicamente, era otro cantar, podría dejar opción a pensar a sus ciudadanos, y eso nunca es bueno para los amantes y ejercientes de las dictaduras. Ojos que no ven…

En El Paso hubo tres pintores maravillosos que cautivaron con su poesía las artes españolas: Gustavo Torner, Gerardo Rueda y Fernando Zobel. Los tres, enamorados de Cuenca; los tres, espíritus libres, convencidos de la fuerza del abstraccionismo plástico; los tres, maestros de una sinfonía de silencios; los tres, dueños de un lenguaje profundo y vital; los tres, doctrinarios del color; los tres, íntimamente patrios.

No conocía a César Corpa Martínez, ni a su obra. Al entrar en la Fundación Caja Rural y girar, como los asiáticos, desde el centro de la sala sobre mí eje para contemplar en la globalidad los cuadros expuestos para a continuación reflexionar con cada uno, me acordé de inmediato de ellos, de los "tres conquenses" y, en menor medida, de Antonio Suárez, Manuel Viola y Luis Feito. En ningún momento de Millares, Canogar, Saura o Rivera, parte de una nómina de El Paso que podría completarse con Martín Chirino, Serrano o Juana Francés. Cuenca en ellos o en ellos Cuenca, sola y pétrea, estaban presentes en la obra de un pintor que siente la abstracción libre como una narración sentida, pulcra, vital, poética y conmovedora.

Ojeando su breve folleto de presentación, se aclararon mis dudas. Marca en su contraportada dos direcciones, dos puntos en la plegaria vital de una persona: Huelva y Cuenca. Dos ejes en el corazón y en la razón, en la vida y en el proceder. Uno te confiere calor, color y luz. Otro te otorga silencios, misticismo, recogimiento. Arena y cadmio contra piedra granito. Azul frente al blanco gríseo. Movimiento en contra de la quietud. De entre Huelva y Cuenca, con el espíritu asido a los hijos de esa escuela abstracta que ha sido su camino, un discurso que merece la atención, y el aplauso.

Pese al desconocimiento que tenía de Corpa me ha llenado de sorpresa. No es un artista de diestra mano, pero es todo un portento de intenciones y emociones poéticas. Tan sinceras, tan profundas, tan humanas, tan soñadas y vividas, tan íntimas que la parquedad técnica que le traiciona se estaciona en tu criterio para dejar sublime la narración que lleva dentro. Es un artista de libertad, que ha mamado por vivido lo que expresa y lo hace sintiéndolo.

Al salir de la exposición le pregunté al segurata (ya se ha hecho amigo, amigo de la soledad de las salas) que quién de los presentes, siete, no más, era el pintor. Le miré a los ojos y esos ojos no engañaron. Su pintura es de una sinceridad que aunque parvifique en la composición y en la aplicación técnica demuestra maestría y sinceridad al recitar las palabras que desnudan su alma.

Eso es lo que expresa Corpa con sus búsquedas. Eso es lo que sentimos al contemplar su obra, emociones sencillas, francas y directas.

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