Cultura

Astrología musical

Hace poco tuvo lugar en la tertulia Nuevos rumbos una ilustración comentada de la obra El zodiaco de Johann Nepomuk Hummel, repertorio interesante y variado que plasma las ocurrencias más brillantes de un compositor que despacio recupera la categoría que le corresponde.

Aries consiste en una composición austera y profunda a la vez; se destina a cuarteto de cuerda, que desarrolla en ciento siete compases una madurez esplendorosa construida con trazos fogosos donde la pureza del primer violín se proyecta genialmente hacia sus compañeros; a veces los pasajes que alternan con velocidad agudos y graves se asemejan a claroscuros. Muy representativa la aspereza de Tauro, cuya virilidad se hace patente en una plantilla integrada por dos trompetas, un trombón y timbales, toda una estampa palpitante de instinto y sensualidad que conduce al oyente a la Madre Tierra; re mayor propicia un efecto armónico soberbio para el efecto de esta fanfarria en miniatura. Géminis envuelve con una dualidad mágica mantenida de principio a fin; oboe y fagot propician un ensimismamiento donde la música parece existir desde siempre cuando los movimientos melódicos se trazan como pétalos abriéndose. Sentido matricial el que escuchamos en Cáncer, escrito para arpa y en la tonalidad de mi bemol mayor, rizada con sinuosidades cromáticas donde se barrunta un mundo onírico y fantasioso; hay compases en que la música parece evocar una sucesión interminable.

Ejemplo de dominio arrollador ofrece Leo, cuyos acordes iniciales privilegian al piano en su tarea de describir triunfo y magnificencia pues nada escapa a la inspiración del autor, asumiendo a lo largo de trescientos cincuenta compases la fuerza intrínseca de este signo. Virgo va cundiendo lentamente en una pieza en re menor destinada a tres flautas traveseras que dan lugar a una partitura compacta y etérea al mismo tiempo; al principio se opta por un canon, desdibujado pronto en formas diversas. Un cuarteto vocal pone en pie a Libra: prescindiendo de palabras Hummel diversifica su arte con un discurso excelso, donde se ha roto definitivamente toda atadura que impedía el equilibrio coesencial a la naturaleza humana. Escorpión, concebido para xilófono y contrabajo y en fa sostenido menor, se caracteriza por interrupciones bruscas que además favorecen cambios leves de tempo, algo formidable si la finalidad es sobrecoger al oyente permitiéndole asimilar todo aquello asociado por las civilizaciones acerca del escorpión.

Dos clarinetes y dos trompas cincelan admirablemente la rica simbología de Sagitario, donde el par de clarinetes nos habla de ese espíritu jovial que no desfallece ante el mínimo obstáculo mientras que las trompas hunden sus raíces en la cacería y exaltan la nobleza de aquéllos que indagan en la razón de ser de todas las cosas. Capricornio sintetiza el gusto por una penumbra misteriosa; la asignación instrumental del órgano y la tonalidad de si menor predisponen a la escucha de frases cuyo sigilo concentra al frío en todo su apogeo, cuando la aparente quietud promete dinamismo. Apenas requiere presentación el poder descriptivo de las dos violas de amor y el piano concebidos para Acuario, música cálidamente instintiva que se expande con ecos muy originales trazados entre los tres instrumentos; en ocasiones todo queda suspendido en acordes diáfanos. Piscis es una composición densa, presidida por un conflicto al que van dando forma cuatro violonchelos; la bemol mayor desvela y encubre como por arte de magia una música extraña y vacilante que exige esfuerzos para adentrarse en otras dimensiones.

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