Fila siete

Ases del cine mexicano

La reciente proyección el pasado martes en la sesión programada por el 'Cine Club Francisco Elías' en el Gran Teatro de la película Japón (2002), del director Carlos Reygadas, ganador del 'Colón de Oro' en el último Festival de Cine Iberoamericano de Huelva con su último film, La luz silenciosa (2007), descubre, a mi modo de ver, los grandes valores del cine mexicano actual, en el que mientras este realizador se empeña en su línea fiel a un universo muy personal, que yo calificaba en mi crítica de una gramática fílmica obsesiva y perturbadora, a veces difícil de seguir, basándose muchas veces en un sentido reflexivo que nos lleva a los clásicos, otros colegas suyos se inscriben en una cinematografía más abierta al mercado internacional.

Con todos mis respetos a toda una pléyade de realizadores mexicanos que ennoblecieron el arte cinematográfico azteca y entre los que no podemos olvidar al español Luis Buñuel, que tantas películas realizara en México entre los años 1951 y 1965, donde residió, salvo algunas estancias en Francia y España para dirigir algunas de sus últimas realizaciones, así como los también españoles Luis Alcoriza y Carlos Velo, hay que reconocer que hay un nuevo cine mexicano que ha trascendido de lo que era una visión más local dentro de una vocación universal propia de todo creador.

Yo partiría de directores tan personales como Jaime Humberto Hermosillo, autor de una obra notable, La tarea (1990), pero fundamentalmente de Alfonso Arau, quien desde Mojado Power (1979), 'Colón de Oro' en el Festival de Huelva, y con más proyección internacional Como agua para chocolate (1992), sobre la novela de Laura Esquivel, logró el salto a Hollywood con Un paseo por las nubes (1994). Detrás vendría Alfonso Quarón, quien desde Grandes esperanzas (1997), con un reparto de grandes actores norteamericanos, afianzaría su arraigo en la producción estadounidense. Luego vendrían el gran éxito de Y tu mamá también (2001) y Harry Potter y el prisionero de Azkaban (2004) en el ámbito de las grandes superproducciones.

Pero no se quedarían atrás dos grandes amigos, colegas suyos, y en algún caso colaboradores. Uno de ellos Alejandro González Iñárritu, que triunfó internacionalmente con la asombrosa Amores perros (2000) y lograría tras otro éxito con 21 gramos (2005), el Globo de Oro a la mejor película y seis nominaciones a los 'Oscar', de los que conseguiría el de Mejor Banda Sonora con Babel (2006), que completaba su escalofriante Trilogía de la muerte.

El otro es Guillermo del Toro, el gran triunfador con El laberinto del fauno (2006), rodada en España y ganadora de tres 'Oscar', pero que ya estaba introducido en la producción norteamericana en la que sigue con Blade II (2002) y la saga Hellboy (2004 y 2008). Añadiría en esta lista de grandes realizadores mexicanos a Carlos Carrera, director de El crimen del Padre Amaro (2002), basada en la novela de Eça de Queiroz, adaptada por el dramaturgo Vicente Leñero, la gran triunfadora en México ese mismo año. Con Carlos Reygadas, a través de un cine muy distinto, pero triunfador en Festivales de la entidad de Cannes y muchos otros, entre ellos el nuestro de Huelva, componen un quinteto de ases que confirma lo que aseguraba el productor Pablo Cruz: "A México se le conoce en el mundo por sus muertos y por su buen cine".

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