Cultura

Apología de la paranoia

Huelva Puerta del Atlántico.- T.O.: "The invasion".- Producción: Estados Unidos, 2007.- Duración: 99 minutos.- Dirección: Oliver Hirschbiegel.- Guión: David Kajganich basado en la novela de Jack Finney.- Fotografía: Rainer Klausmann.- Música: John Ottman.- Montaje: Hans Funck y Joel Negron.- Intérpretes: Nicole Kidman, Daniel Craig, Jeremy Northan, Jeffrey Wright, Jackson Bond, Veronica Cartwright, Josef Sommer, Celia Westoni.

Con buen criterio, como en otros aspectos de la programación veraniega que está ofreciendo a los onubenses, la Concejalía de Turismo del Ayuntamiento nos ha brindado dos nuevas jornadas de cine los pasados días jueves y viernes. En la primera fecha con esta película, Invasión, que hoy nos ocupa.

Que buena parte del cine sigue sin capacidad creativa lo demuestra esta cuarta versión de un asunto cinematográfico que partió de la novela de Jack Finney (1955), una narración inquietante convertida en un asfixiante relato de terror que nos contaba cómo en una ciudad estadounidense la gente empieza a comportarse extrañamente. De este espíritu participaba absolutamente la primera versión cinematográfica de Don Siegel en 1956, La invasión de ladrones de cuerpos, y en la que algunos vieron una alusión al peligro comunista. Luego vendrían La invasión de los ultracuerpos (1978), de Philip Kaufman, y Body Snatchers (1993), de Abel Ferrara, que se estrenó en vídeo en España.

Se dice que en esta versión del recién llegado a Hollywood en su día, Oliver Hirschbiegel, el aplaudido director de El hundimiento (2004), se quiere simbolizar la creciente deshumanización de este mundo que vivimos. No podemos pasar por alto las vicisitudes padecidas por esta película que no es la rodada por el director citado, sino la que vemos con escenas nuevas y el montaje de James McTeigue, el director de V de Vendetta (2005), que partía de un guión reescrito por los hermanos Larry y Andy Wachowski. Lo cual nos deja con ciertas dudas sobre esa factura original que ya no veremos.

Esta parábola, alegoría o metáfora de la paranoia, que tanto sufrimos en nuestros días, nos cuenta cómo un misterioso virus, una espantosa epidemia, altera la conducta de los ciudadanos. Una psiquiatra de Washington, la doctora Carol Bennell, con su compañero el doctor Ben Driscoll y otros investigadores, descubren que el origen de la epidemia es de procedencia extraterrestre. Su ex marido, afectado por el mal, se lleva a su hijo. Ella, que tratará de encontrarlo denodadamente, sabe también que el pequeño Oliver, puede ser la clave fundamental para detener la destructiva plaga.

Con toda la aportación de elementos biológicos, poco comprensibles para la mayoría de los espectadores, lo que ya ocurría en la versión de Philip Kaufman, aunque coincide en ese terror colectivo del film de Siegel y de Kaufman y un tanto en el sentido de conflagración biológica que apuntaba Abel Ferrara, como consecuencia de los temores bacteriológicos que había acarreado la reciente guerra del Golfo, esta cuarta versión se queda en una postura más aséptica, lo que implica a su vez ni grandes sorpresas ni las emociones amenazantes que, tal vez, agudizaban más sus precedentes. De todas formas, no logra superar la entidad cinematográfica de la primera versión que sigue siendo la más apasionante.

Quizás el mayor logro de la versión de Siegel conseguía una más difícil identificación de los llamados alienígenas. Si salimos del ámbito de la comparación, siempre enojosa, pero inevitable, esta secuela podría haber ido mucho más allá, quizás utilizando con más vigor e inteligencia las amenazas actuales. Aquí se incide más en la tensa, turgente y casi obsesiva paranoia que sufre nuestra sociedad sobre las amenazas de esta época, que, hemos de reconocerlo, palpitaba de forma más sensible en las tres versiones anteriores. Porque, además, no resuelve muchas de las grandes incógnitas que el desarrollo de su argumento va dejando en el ánimo del público.

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