Cultura

Alienígenas agresivos

  • 'Pequeños invasores'

En este irremediable proceso de infantilización a que nos tiene sometidos el cine estadounidense, similar al intento de idiotización de las masas de muchos dirigentes políticos de nuestro tiempo, pasamos de los juguetes o muñecos convertidos en héroes humanos, como estamos viendo en G.I. Joe, que triunfa en nuestras salas y cuando escribo esta crítica ocupa el segundo lugar entre las películas más taquilleras del momento, a estos alienígenas agresivos en forma de pequeños monstruos que invaden nuestro mundo para destruirlo. Un cine que trata de ser a la vez familiar y aventurero que no hace más que acercarnos a la gran pantalla la peripecia cibernética que brinda a muchos de nuestros ciudadanos, especialmente niños, el uso y abuso del entretenimiento digital.

Es la historia de unos padres que cansados de las obsesiones de los videojuegos y otras tecnología al servicio del ocio de sus hijos, han decidido llevarlos a una casa de campo para que disfruten de sus vacaciones con la familia. Los muchachos se verán sorprendidos por el furibundo ataque de unos extraños seres extraterrestres de pequeño tamaño, que apenas les llegan a las rodillas. Han aterrizado en el ático - ese es el título original del film -, o desván de la casa en la que se disponen a pasar el verano y están decididos a invadir la tierra para aniquilarla sin piedad. Por su parte los padres de estos muchachos ignoran lo que está pasando.

El director de Pequeños invasores, John Schultz, realizador de la saga High School Music, a través del guión de Adam F. Goldberg y Mark Burton - uno de los autores de Madagascar (2005)-, basado en un argumento de éste, parece tratar de alertarnos sobre los riesgos de una excesiva dependencia tecnológica que, sin duda, venimos padeciendo en los últimos tiempos, especialmente enraizada ya en los más jóvenes. Son fugaces connotaciones que me permitirán que dude sobre las posibilidades de llegar a la mayoría más bien gregaria y fácilmente pasiva a la hora de asimilar cualquier clave por muy sencilla que sea su comprensión.

Pero más allá de todo esto, que incluso esta al pairo de las verdaderas intenciones de los artífices de esta película y en particular de su director, John Schultz, cuya mejor referencia que recordamos es La chica de al lado (1999), y ello supone un esfuerzo muy generoso. No es una historia ésta, de los agresivos alienígenas, que pueda atraer especialmente a los mayores, pero dudo que consiga entusiasmar a los más pequeños o adolescentes que son los más habituales clientes de nuestras salas cinematográficas.

Es evidente la errónea dispersión de los elementos que conjugan la acción de Pequeños invasores. Esto junto a la baja entidad de los presupuestos que basan este relato, nada original por otra parte, convierten la película en una de esas muestras propias de este tiempo de estío y calores agobiantes, que si animan a contemplarla es por el atractivo de una sala refrigerada y relajante. La entidad, puramente comercial del producto, no acierta a definir cuales son sus más legítimos destinatarios si un público juvenil, más bien adolescente, o sencillamente infantil. Para unos y otros el resultado puede ser bastante convencional.

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