Cultura

Alba y Natasha

CineBox Aqualon Puerto Huelva y El Condado Cinemas 7.- T.O.: 'Habitación en Roma'.- Producción: España, 2010.- Duración: 108 minutos.- Dirección: Julio Medem.- Guión: Julio Medem.- Fotografía: Alex Catalán.- Música: Jocelyn Pook.- Montaje: Julio Medem.- Intérpretes: Elena Anaya, Natasha Yarovenko, Enrico Lo Verso, Najwa Nimri

Es fácil que cualquier aficionado al cine con buena memoria y con recuerdos bastante sensibles, pensará, nada más empezar a ver esta Habitación en Roma, en la película chilena En la cama (2005), de Matías Bize, que se puede rememorar desde los propios títulos de crédito. Uno ve clara la procedencia de esa inspiración que ha llevado a Julio Medem, el notable realizador de Vacas (1992), la discutida y discutible La pelota vasca contra la piedra (2003) y Caótica Ana (2007), a la realización de este film. Por cierto el realizador vasco opinaba en una entrevista que recientemente le hacían con respecto a esta película: Es absurdo que le demos tanto valor a un cuerpo desnudo. Pues no lo creo así. Un cuerpo desnudo tiene todo el valor de la belleza cuando lo es. Lo absurdo es que se haya hecho un tabú del cuerpo desnudo y haya quien se alarme y se turbe tanto al contemplarlo. ¡Cuánto perdería el arte si desaparecieran todos los cuerpos desnudos que ha representado!

El problema no es ese ni lo son tampoco las desnudeces continuas de Habitación en Roma, aunque algunos la consideren una provocación. Hay que apresurarse a decir que el film es de encargo y no un proyecto personal de Julio Medem. Dos mujeres jóvenes coinciden en la Ciudad Eterna. Han simpatizado y se dirigen juntas al hotel en que se hospeda Alba. En el balcón de la estancia la española Alba y la rusa Natasha contemplan la serena noche del inicio del verano. A partir de ahí comienza una relación que, tras indecisiones iniciales, reticencias y temores, impulsará a una en los brazos de la otra. Una atracción imprevisible ha encendido una pasión creciente e incontenible. En los ardores de esos contactos hay pausas donde las jóvenes se confiesan. Revelan sus vidas. Al principio con mentiras, falsedades y extrañas simulaciones que llegan a la suplantación de personalidades. A medida que ese amor se intensifica las verdades se imponen, las evidencias se revelan y el dolor de la despedida las acongoja.

Así es este encuentro, Mujer contra mujer, frase que se ha utilizado al mencionar la película, recordando aquella bella canción de Mecano, tan popular en los últimos años ochenta del pasado siglo. Ésta es la historia de dos mujeres que, en su soledad, buscan una especie de remanso de acogida, que, en este caso, tras la experiencia, va a cambiar el signo de sus vidas. Lo que puede parecer una relación de amor lésbico, con serlo, es algo más. Es la reivindicación de esa atracción femenina, de ese valor sentimental, de esa inclinación como superadora de una situación de aflicción, de dolor, de la innegable soledad. Es una situación claustrofóbica, excesivamente obsesionada por ese enclaustramiento, por esa limitación de espacio en la que, cinematográficamente hablando, Julio Medem se mueve bien, aunque a veces empiece a pesar para el espectador la ausencia de otras alternativas, aunque trate de soslayarlas con la historia y el arte que ilustran los cuadros que decoran la habitación.

Pero esas relaciones a veces más mecánicas que apasionadas, esas agotadoras conversaciones, esa continuada falsedad sobre las personalidades de las protagonistas, esa música de Jocelyn Pook tan insistente, tan perturbadora en ocasiones, tan inconveniente a veces, esa reiteración de encuadres y de planos, ciertas actitudes dudosas, acaban por fatigar al público. Y es una lástima que la buena voluntad de las protagonistas, Elena Anaya y Natasha Yarovenko, y su expresividad para desnudar la realidad de sus personajes, más allá de la desnudez de sus cuerpos, pueda verse malograda por la desigualdad de la película.

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