Cultura

Adrián González Dacosta, un artista de la luz

El soneto tiene una rara tendencia a solemnidad un tanto boba; yo, mal poeta, aparte de problemas rítmicos y cacofónicos, no me desprendo jamás de esa bobería clásico-tonta que los inutiliza como artefactos líricos. Ésa va a ser la primera virtud del libro de sonetos recién publicado por Adrián González Dacosta, y para eso hay que tener talento y conocimiento.

Me resulta imposible no referirme a los Sonetos espirituales, libro relegado de nuestro Moguereño, porque esa horma poética obliga al escritor a un esfuerzo supremo donde cada matiz físico o lírico puede elevar o hundir al poema; el mejor JRJ está en esos sonetos, primorosamente editados y reproducidos tal cual por la edición de Visor que tuve la suerte de dirigir junto al maestro Javier Blasco.

Voy a proponer una lectura distinta de este libro de poemas porque, sin dejar de serlos, cada uno de estos sonetos tiene el agarre narrativo de un cuento, están alimentando por el ansia de contar que nutre al prosista y eso me gusta, porque el género es cosa de taxonomistas oficiales, y el verdadero escritor reside en la mirada: la forma será su vía de expresión, el uso del idioma en todas sus posibilidades revela a un artista de la palabra, a ese escritor de verdad.

La presencia del pescado...

Ecos de lecturas de Kavafis, Juan Ramón Jiménez.

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