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Los demócratas, en punto muerto

  • Tras más de un año de campaña, 44 citas electorales, 20 debates y millones de dólares, ni Barack Obama ni Hillary Clinton han podido alcanzar la cifra mínima de delegados necesaria para la nominación

Después de más de un año de campaña, de 44 votaciones, de 20 debates y de centenares de millones de dólares gastados, Barack Obama y Hillary Clinton están prácticamente en la primera casilla de la partida.

"Ésta es la campaña de las primarias que no quiere terminar nunca", escribió el diario The Washington Post. Para The New York Times, la carrera está "en un callejón sin salida".

Las consecuencias de la victoria de Obama en las primarias de Mississippi son el mejor ejemplo. El senador se impuso con el 61 por ciento de los votos por el 37 para Clinton, pero el único cambio fue en los fríos números: el senador por Illinois suma ahora 1.614 delegados frente a 1.487, según el recuento de la web especializada RealClearPolitics.com.

Obama podía haber perdido por el mismo margen y las diferencias habrían sido mínimas. E igual ocurre con las nueve citas que quedan pendientes hasta que el 6 de junio se acaben las primarias y caucus. Ya está claro que, matemáticamente, es casi imposible que ninguno de los dos alcance la cifra mágica de 2.025 delegados antes de la convención.

Todo quedará entonces en manos de los 796 superdelegados, las figuras y cargos electos del partido que tienen derecho a voto automáticamente en la convención de finales de agosto en Denver, 300 de los cuales aún no se decantaron por uno u otro candidato. Y sobre eso se lleva hablando desde hace meses.

Obama, que hasta ahora ganó 30 de las 44 votaciones, suma más votos y más delegados, reclama que los superdelegados no deben revertir la decisión popular. Clinton argumenta que deben votar a quien en conciencia piensan que sería el mejor candidato, porque para eso se creó la figura de los superdelegados en 1982.

El otro gran punto de debate sin solución es qué hacer con los delegados de Michigan y Florida, un conflicto abierto desde agosto. Entonces, el Partido Demócrata castigó a ambos estados sin delegados para la Convención de Denver por adelantar sin permiso la fecha de sus primarias. Con una carrera tan ajustada, los más de 300 delegados que sumarían entre ambos son ahora una codiciada pieza de caza.

Las citas se celebraron a pesar del castigo, aunque con un mínimo perfil. En ambas ganó Clinton, pero en Michigan, por ejemplo, ella fue la única candidata que se presentó. En una campaña demócrata que está batiendo todos los récords de asistencia, las cifras en ambos estados sugieren que la eliminación de los delegados retrajo al público.

Clinton reclama que ambas citas sean válidas, Obama se niega y el presidente del partido, Howard Dean, dijo que convendría repetir las votaciones. Nadie se pone tampoco de acuerdo sobre quién pagará los gastos de unas nuevas elecciones (unos seis millones de dólares en cada caso), ni cómo se harán. Incluso una votación sólo por correo o por internet se encontraron entre las propuestas.

Al mismo tiempo, el discurso de ambos candidatos se agrió claramente. Clinton no felicita a Obama por sus victorias en una noche electoral desde el 5 de febrero. Son raros los días en que no hay algún partidario de cada uno que públicamente ataca al otro por la raza o el sexo. Una asistente de Obama tuvo que dimitir tras llamar "monstruo" a la ex primera dama. Y las encuestas dicen que los votantes de uno cada vez son más reacios a votar por el otro en las elecciones del 4 de noviembre.

Tanto bloqueo no puede ser bueno, argumentan muchas voces dentro del partido, que reclaman que se zanjen las diferencias para no dar facilidades al rival.

"Tengo miedo, estamos entrando en territorio desconocido", afirmó a The Wall Street Journal Donna Brazile, que dirigió la campaña de Al Gore en 2000 y es ahora una superdelegada aún no comprometida. "El humor y el tono cambiaron. Los golpes bajos son el tipo de costumbres que conducen a las divisiones. Es alarmante y deprimente".

Mientras tanto, los republicanos miran frotándose las manos desde la distancia. Ellos ya tienen en John McCain a su candidato, dedicado exclusivamente a recaudar fondos y a hacer llegar su mensaje a todos los votantes. Y a descansar, porque la interminable carrera electoral, pese a toda la pasión, emoción e interés que suscita, se está convirtiendo en toda una prueba de resistencia.

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