Miles de personas en Jerusalén despidieron a las cuatro víctimas mortales del atentado del lunes contra una escuela judía en la ciudad francesa de Toulouse. Para muchos, la visión de los cadáveres de tres niños se hace insorportable. Pero el luto y el dolor no esconden la ira.
"El dolor es insoportable. Todo el pueblo israelí llora", dijo el ministro del Interior israelí Eli Jishai durante el funeral y entierro de las víctimas en Jerusalén, reflejando el dolor de miles de personas congregadas en el cementerio Har Hemenuchot por el rabino Jonathan Sandler, de 30 años, profesor de religión en el colegio de Toulouse, sus dos hijos Gabriel, de 3 años, y Arieh, de 6, y la hija del director de la escuela, Miriam Monsonego, de 8.
El sufrimiento era palpable en el ambiente: los amigos tenían que ayudar y sostener a los familiares, mientras las lágrimas corrían a raudales. Pero entre el dolor se podía sentir también la ira. "El pueblo judío se enfrenta a animales salvajes movidos por un odio ciego e insaciable", dijo el presidente del Parlamento, Reuven Rivlin, en un breve discurso.
Y es que los crímenes de Toulouse han pasado a situarse al mismo nivel que otros contra la comunidad judía, como el ataque contra la embajada israelí o el centro cultural judío Amia en Buenos Aires en los años 90, los atentados de Bombai en 2008 o el asesinato a la familia de colonos Fogel hace un año en Itamar, en Cisjordania. "Pero no les permitiremos vencer", añadió Rivlin. Israel es el responsable de la seguridad mundial de los judíos.
En la ceremonia de funeral, que tuvo lugar bajo un azul cielo primaveral, participó también el ministro de Exteriores francés, Alain Juppé. "Un ataque contra los judíos es un ataque contra todos los franceses", dijo citado por los medios. "Francia hará todo lo necesario para garantizar que no se repita una tragedia de este tipo". Los asesinatos golpearon el corazón de Francia.
La televisión mostraba escenas conmovedoras de los familiares y amigos de las víctimas, como de la viuda de Sandler, embarazada y a quien le queda una hija pequeña viva, se hundía en una silla de ruedas, en un estado tan malo, que tuvieron que acompañarla médicos de Francia.
Un judío ortodoxo cercano a Sandler describía al rabino fallecido como un hombre cariñoso y generoso: era un profesor maravilloso. El rabino jefe de los judíos sefarditas, Shlomo Amar, describió los crímenes de inconcebibles y a los autores de "malas personas". "Dios vengará su muerte", dijo. Pero también llamó a la fortaleza: "Lloramos, pero no desesperaremos".
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