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Cuba sin Fidel, ¿y ahora qué?

  • Su muerte puede servir de acicate para acelerar ciertos cambios en la isla que Raúl mantenía al ralentí para eludir la confrontación con su hermano

  • Ni ron ni música en las calles por el duelo

La bandera cubana ondea a media asta en la Plaza de la Revolución de La Habana, donde a partir de hoy estarán las cenizas de Fidel Castro.

La bandera cubana ondea a media asta en la Plaza de la Revolución de La Habana, donde a partir de hoy estarán las cenizas de Fidel Castro. / alejandro ernesto / efe

La muerte de Fidel Castro que tantas veces se anunció en falso en los últimos años es cierta esta vez, y la marcha del líder revolucionario empieza a calar en una Cuba de duelo en la que, por nueve días, las notas del son cubano permanecerán mudas, cerradas las botellas de ron y enlutadas las banderas.

Transcurrido un día y medio desde que el presidente cubano, Raúl Castro, anunció al filo de la medianoche la muerte de su hermano mayor, la calma que se vivió en las horas posteriores de la noticia porque muchos estaban durmiendo dio paso a la vertiginosa preparación de los fastos fúnebres.

Superado el estupor inicial en una isla que llegó a creer que Fidel era inmortal, fotografías del barbado comandante fallecido a los 90 años en La Habana -aún no queda claro si en su casa o en un hospital- empezaron a aparecer en balcones, negocios y fachadas, al igual que banderas cubanas con crespones negros.

La figura del ex mandatario monopolizó también la programación que emitió el canal estatal de la televisión cubana y vestían de riguroso luto sus presentadores, figuras muy familiares para los habitantes de un país de silencios en el que el noticiero estatal es de visión obligada si se quiere saber lo que ha ocurrido.

De duelo lució, asimismo, la prensa oficial del país. El emblemático diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista, no se publica los domingos pero ayer sí salió a la calle y lo hizo impreso sólo con tinta negra, sin su llamativa tipografía roja. En su portada, una sola frase: "Cuba es Fidel". El resto de la portada la copaba un cartel del ilustrador Ares con un retrato multiplicado de Fidel con uniforme y fusil, inspirado en el trabajo del fallecido artista Raúl Martínez, el principal exponente del pop art revolucionario.

Con la muerte del comandante y mientras dure el luto, la bulliciosa isla, en contraste con los bailes y júbilo desbordantes de las celebraciones del exilio en Miami, se mantendrá silenciosa, enmudecido el son que habitualmente invita a los turistas al contoneo.

El duelo nacional decretado por las autoridades se traduce así en sobriedad tanto figurada como literal, pues además del cese de "actividades y espectáculos públicos", hasta el próximo 4 de diciembre, fecha del entierro de Fidel Castro en Santiago de Cuba, rige ley seca en el país. Las tiendas informan mediante carteles de que no venden bebidas alcohólicas, y tampoco los bares y restaurantes podrán servir estos días los célebres mojitos, daiquiris típicos de Cuba. Suspendido también quedó el campeonato cubano de pelota o béisbol, el deporte nacional.

La cascada de reacciones y condolencias desde todas partes del mundo no ha cesado dos días después del fallecimiento de Castro, pero aún son pocas las presencias internacionales confirmadas en los actos fúnebres.

Fidel Castro deja tras de sí una Cuba que ha moldeado a su gusto durante casi 60 años. Su figura es el pilar del Estado y, como tal, a su desaparición física sigue un periodo de incertidumbre cuyo desenlace nadie alcanza a vislumbrar.

La Cuba que abandona el histórico barbudo; ni siquiera es ya la Cuba que legó a su hermano Raúl en 2008, cuando la enfermedad le obligó a entregar la vara de mando. La reforma económica que el Partido Comunista Cubano (PCC) aprobó en su congreso general de 2011 y ratificó la pasada primavera deja entrever los signos del cambio en la incipiente iniciativa privada que ha llenado de casas particulares y paladares cada rincón de la geografía cubana.

Ahora, la embrionaria clase media puede permitirse unas vacaciones familiares en los resort más desgatados de Varadero. El dinero ha empezado a entrar en la perla del Caribe, de manos de inversores extranjeros, no sólo desde Venezuela -el mayor benefactor del Gobierno cubano- y turistas, que en los últimos años se han multiplicado con la expectativa de recibir hasta cuatro millones en 2017.

La muerte Fidel puede servir de acicate para acelerar ciertos cambios que la isla requiere con urgencia y que Raúl mantenía al ralentí para eludir una confrontación seria con su hermano mayor. Pero este panorama alentador es sólo eso, una promesa de lo que puede llegar a ser y no eclosiona. De lo anunciado en el cónclave del PCC hace cinco años sólo se ha cumplido el 21%, una lenta progresión que encima se ha frenado por el desplome del precio del crudo, lo que, según reconoció Raúl Castro, obligará al país a "apretarse el cinturón"; por la falta de petrodólares venezolanos.

La reconstrucción de las relaciones con EEUU también generó grandes expectativas, pero en el futuro todo dependerá de si se pone el fin al bloqueo.

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