flamenco

Versos recuperados

  • La cantaora Angelita Montoya homenajea en su primer disco a las poetas del entorno de la Generación del 27

El primer disco en solitario de Angelita Montoya (Sevilla, 1971), hija de la Negra, hermana de Lole, y miembro del grupo Familia Montoya desde 1995, está dedicado a un ramillete de autoras, poetas en torno a la llamada Generación del 27, que tuvieron su momento álgido en la Segunda República.

La obra se inicia con unas alegrías que adaptan versos de la marquesa Josefa Pardo de Figueroa (1833-1928), poema marinero que se aviene bien al espíritu de este cante. Tu cuerpo moreno es un vals sobre un poema de Ana María Martínez Sagi (1907-2000). Se trata de un poema de combate de esta sindicalista republicana exiliada tras la guerra civil. Mi ambición... cantar es un poema de Carolina Valencia (1860-1994)que Angelita Montoya dice a ritmo de bulerías de hipnótica melodía. En la soleá pone música, a la forma tradicional, con la guitarra de Raúl el Perla, a las letras de Concha Méndez (1898-1986), esposa que fue de Manuel Altolaguirre. Los tangos de Risas y besos incluyen, en un cambio de tercio, unos versos de Zenobia Camprubí (1887-1956), una de las grandes diaristas españolas del siglo XX, traductora de Tagore y esposa, secretaria, amante, enfermera y mano derecha de Juan Ramón Jiménez. Incluye la voz de Alba Molina, sobrina de la cantaora, para un estribillo pegadizo.

La zambra, grabada en directo, incorpora poemas de Casilda de Antón del Olmet (1871-1950), y músicas del maestro Quiroga y de Alejandro Cruz Benavides, pianista que acompaña a Montoya, autor de la mayoría de músicas del disco y productor del mismo.

Las bulerías No quiero mirar atrás tienen música del desaparecido Manuel Molina sobre versos de la sevillana Gloria de la Prada (1886-1951), poeta neopopular, con la brillante guitarra de El Perla. María Teresa Roca de Togores (1905-1989) es la autora de Romance del sur, una seguiriya apocalíptica con la brillante guitarra de Rycardo Moreno y los pies de Pepe Torres. La obra se cierra por fandangos y con textos de la monja Cristina de Arteaga (1902-1984)

La voz de Angelita Montoya se ha suavizado con los años, haciéndose más dulce y natural, cercana.

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