En 2017 se cumplen los quinientos años de un hecho que se reveló fundamental para la renovación del cristianismo y la entrada de Europa en la era moderna. Martin Lutero, un agustino devoto y ascético, se dirigió a la Iglesia de Todos los Santos de Wittenberg, cuya colección de reliquias era famosa por contar con piezas tan insólitas como varios frascos con la leche de la Virgen María, paja del pesebre donde nació Jesús o el cadáver entero de uno de los inocentes masacrados por orden de Herodes. El joven monje llevaba consigo un extenso documento, un martillo y algunos clavos. El escrito contenía 95 tesis contra las prácticas religiosas del momento. Lutero lo clavó en la puerta de la Iglesia y con ello prendió la chispa de Reforma protestante.

En esa época, la Iglesia -al modo de las mejores empresas de venta por televisión- prometía tentadores tratos a sus feligreses: si pecabas y tenías miedo de ir al infierno todo lo que tenías que hacer era comprar una de las indulgencias que ofrecían "vendedores" tan persuasivos como el fraile dominico Johannes Tetzel, experto en sacar almas de familiares del Purgatorio ya que afirmaba que en el momento que las monedas del (incauto) donante tintineaban en el cofre del dinero, el alma de su pariente volaba hacia el cielo. Por mucho que lo dijese el Papa, a Lutero no le convencía que la salvación fuese algo con lo que se pudiese mercadear y eso le llevó a cuestionar la utilidad de las indulgencias y a no reconocer, en asuntos de fe, más autoridad que la de su propia conciencia. Ya puesto a reformar, eliminó los intermediarios entre Dios y los creyentes. La única fuente de conocimiento era la Biblia (traducida por él al alemán) y sus seguidores estaban obligados a leerla e interpretarla, una exigencia que trajo consigo, como efecto colateral y gracias a la imprenta, la alfabetización progresiva del pueblo alemán. Mientras tanto la Iglesia Católica seguía "confiando" la interpretación de los designios de Dios al corpus eclesiástico y no veían necesidad alguna de desasnar a sus fieles animándolos a conocer las Sagradas Escrituras. Bastaba con que contemplaran las bonitas imágenes y pictogramas que tan profusamente adornaban sus iglesias. A diferencia de los católicos que entienden, desde que Adán fue expulsado del paraíso, el trabajo como un castigo de Dios, en los protestantes el trabajo hecho con excelencia y ética es una forma de honrar al Señor.

Max Weber resumió el proceder de los reformistas: trabajo, ahorro y esfuerzo. Al no considerar la riqueza un estigma, sentaron las bases del capitalismo y, de camino, de la democracia. Lutero fue uno de esos pocos hombres que han cambiado el mundo y lo curioso es que iba para abogado, se hizo monje por una promesa a S. Ana al haber sobrevivido a un rayo que le cayó encima durante una tormenta.

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