Es posible -aunque improbable- que alguien pudiese encontrar diferencias entre los tres candidatos (Sánchez, López y Díaz) que, según parece, se presentarán a las primarias del PSOE. Sin embargo, lo que es seguro es que nadie descubrirá disparidad alguna en la oratoria empleada por este trío de socialistas. Más allá del fondo de sus discursos (tan anodinos como intercambiables), la seña de identidad de los mismos es el empleo de lo que se conoce como un lenguaje progresista en el que se hace evidente que prefieren antes destrozar la gramática que cometer el nefando pecado de caer en la discriminación de sexos lingüística. El principal "antídoto" que emplean estos líderes para protegerse del sexismo verbal es la duplicación de género (ciudadanos y ciudadanas, andaluces y andaluzas, padres y madres...).

Esta moda en la forma de expresarse se inició allá por los años 60 en los EEUU como parte del Movimiento de Liberación de la Mujer. Lo interesante del asunto es que, al contrario que ocurre en el castellano (y otras lenguas neolatinas), el inglés es una lengua sin género y, por tanto, el desdoblamiento es en cierta manera un brindis al sol al circunscribirse a muy pocos vocablos. En cambio, en castellano y en función de que muchas palabras dependientes del sustantivo tienen dos formas, la duplicación afecta a cientos o miles de ellas, convirtiendo así el idioma en un verdadero galimatías.

La tendencia a economizar recursos es una ley lingüística universal que ha llevado al español a englobar dentro del género masculino al género femenino. Esto que es algo natural y, por otra parte inevitable (las lenguas las hacen los hablantes, no los gobernantes) disgusta sobremanera a la progresía española. Quieren que se hable y se escriba poniendo siempre juntos los masculinos y femeninos. La consecuencia es que los discursos se hacen reiterativos y faltos de correspondencia gramatical (es antinatural que a un sujeto doble le correspondan adjetivos y participios dobles de acuerdo con las reglas de concordancia) y que los textos vengan atiborrados de barras ( "los/as trabajadores/as del comercio") o, lo que quizá sea peor, de arrobas ("llámanos cuando tu hij@ se haya inscrit@").

En definitiva, el género no es sexo... ni el sexo, género y la distribución tanto del uno como del otro se aprende con cada palabra. Eso no es discriminación sino simple sentido común. Uno entiende este cogérsela con papel de fumar lingüístico de los progresistas como una pose ya que mucho más ultrajante para una mujer que el no ver al "todas" acompañando al "todos" debiera ser escuchar uno de los versos de una canción tan emblemática para la izquierda como Libertad sin ira del grupo Jarcha: "Gente que solo desea su pan, su hembra y su fiesta en paz".

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