Con la venia

Dejo sevillano

En la ciudad de Barcelona, en la Iglesia de San Agustín, existe desde hace ya más de 50 años una excelente hermandad de rinde culto a Ntro. Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de la Esperanza Macarena, ¡Al Cielo con Ella! Fundada por andaluces, sus actuales hermanos, que se sienten y saben muy catalanes, llevan con orgullo y esmero mantener en todo momento las tradiciones cofradieras sevillanas de sus antepasados, entre ellas, el habla andaluza cofradiero.

Pero en algunas recias provincias castellanas, como Salamanca, se han levantado últimamente determinadas voces, más o menos autorizadas de su junta de cofradías, recomendando a los capataces de su Semana Santa que no ordenen el caminar de sus pasos procesionales al modo de Sevilla. ¡A ésta es! Al debate se ha sumado también el ilustrísimo señor obispo al aconsejar que en dicha ciudad no se debería utilizar en el lenguaje cofradiero popular del "dejo andaluz", ¡arsa miarma!

En opinión del pastor charro se trata de una de las muchas importaciones lingüísticas andaluzas (sic sevillanas) que suenan mal y chirrían en tierras castellanas y salmantinas por una ridícula imitación lingüística de los capataces sevillanos. ¡Ojú! No le falta razón. Es el peligro de la globalización cofradiera mal entendida. La Semana Santa de Salamanca no debe imitar nunca a la de Sevilla. Tiene su propio estilo muy diferente del sevillano y andaluz.

No creo que el señor obispo tenga nada en contra del castellano con acento andaluz que hablamos con orgullo en esta tierra de María Santísima. Pero también considero que, nos guste o no, la Semana Santa de Sevilla marca tendencias no ya sólo en Andalucía, sino también fuera de ella, ¡izquierda alante! Absurdo y vacuo argumento que en nada compete a la Iglesia, pero que en el Sur nos lastima por el menosprecio, indeliberado desde luego, a nuestras costumbres, a nuestra habla. ¡Venga de frente! Tal vez a todos aquellos que no respetan ni la riqueza ni la variedad de la lengua del universal cofrade sevillano Mateo Alemán tengamos que decirle: ¡Llámate Carlos!

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