Desde la ciudad olvidada

La Pasión olvidada... y recuperada (I)

Un capítulo bastante peculiar dentro de la historia del patrimonio escultórico de Jerez es el del abandono y dispersión de la imaginería procesional tras la decadencia que sufre el movimiento cofradiero durante el siglo XIX. Cuando las hermandades comiencen a resurgir a partir de finales del ochocientos no habrá un completo retorno a la situación anterior. La sociedad y los gustos estéticos han cambiado, algunas tallas desaparecen o son sustituidas por nuevas, y otras, perdidas ya sus antiguas dueñas, se trasladan a distintas iglesias. Y a ello se sumará la creación de cofradías con imágenes que no tuvieron en origen funciones procesionales. Esto explica la enrevesada vida de cambios de propiedad y nombre que tiene un buen número de estas piezas. En este complejo proceso algunas quedarán en el olvido. Pero en estos días me voy a detener en cuatro que, recuperadas de su ostracismo, han vuelto felizmente a las calles en los últimos años. La primera de ellas nació quizás con destino a algún oratorio privado. Con todo, desde 1769 figura como Virgen de los Dolores en el retablo del Cristo de la Columna de la Colegial. En 1928 se convierte en titular de La Amargura. Sale bajo palio algunos años para terminar luego sustituida y guardada en una alacena. En 1975 es devuelta al culto, aunque comienza a sufrir alteraciones que le han hecho perder parte de su aspecto primitivo. En el uso de la terracota y los pocos rasgos originales que mantiene creo que se puede ver, sin embargo, la mano del sacerdote Diego Manuel Felices de Molina, escultor dieciochesco aún por descubrir. Es el curioso caso de la Virgen del Perpetuo Socorro de El Perdón. Renacida literalmente de sus cenizas, esta víctima metamorfoseada, modesta, aunque cargada de historia, sigue destilando, incomprensiblemente, el encanto ingenuo de lo antiguo.

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