jubileo cintero

Una visita a la casa de la Patrona

  • Un recorrido guiado ofrece la oportunidad de conocer todas las dependencias del santuario

  • En el itinerario se destaca la importancia de muchos elementos patrimoniales recuperados de la ciudad

El Jubileo de la Cinta ha abierto de par en par las puertas del santuario de Nuestra Señora de la Cinta. Miles de peregrinos han pasado por la puerta santa en este tiempo y lo hicieron como siempre, en ese deseo de estar en la Casa de la Madre, donde cualquier día del año y a cualquier hora siempre hay alguien. En este Año Jubilar lo que también se ha querido es abrir todos los rincones de la ermita a los onubenses, una experiencia que se puso ayer en marcha y que se reanudará durante el año.

Un recorrido que se inicia en el mirador de la Cinta, la plaza de recepción de los peregrinos que llegan y que se encuentran la Cruz de los Ángeles, de hierro forjado y artísticamente diseñada que se encontraba hasta mediados del siglo XIX en La Placeta, probablemente hecha por los herreros de la calle contigua, la actual José Nogales.

Un santuario que mira al ocaso, donde se pone el sol nace la nueva vida para el cristiano. Enfrentados ya al santuario, tras ver las hermosas marismas aparece la fachada y la espadaña realizada en 1955; en la que intervinieron de manera importante el gobernador Francisco Summers y el torero Miguel Báez Litri como mecenas. En el interior una rosa de los vientos vuelve a recordar el sentido marinero, en el suelo de un claustro y una nueva hospedería que se puso en marcha en 1901, ubicando en la que es la actual sala capitular una escuela para niños pobres del entorno. Unos claustros donde se encuentra el antiguo bajorrelieve en barro cocido de la Santísima Trinidad, proveniente de una desaparecida casa de la calle Concepción, frontera a la iglesia. Es obra del escultor Susillo, del siglo XVIII. Muy artístico también es el vía crucis, de 1919, realizado en Alcora.

La puerta mudéjar jubilar da paso al interior de la ermita que preside el icono mural de la Virgen de la Cinta que la leyenda sitúa en el siglo IV, en cuanto a su autoría se sitúa en el siglo XV, en la centuria siguiente acudió Cristóbal Colón a agradecer la intersección de la Virgen, como se refleja en uno de los azulejos atribuidos a Zuloaga. La capilla de la Virgen Chiquita y la de exposición del paso completa la visita con el recorrido por las vidrieras y los zócalos, que hermosean la iglesia desde 1969.

Desde la zona de la sacristía del santuario se da acceso a varias dependencias, estancias de despacho y de sala de exposición con enseres destacados del patrimonio cintero, lo mismo que se puede ver en la sala capitular.

Un santuario que se encuentra rodeado por unos hermosos jardines, levantado en la zona de campo de la propia hermandad, donde antaño acogía a los peregrinos en los tiempos de fiesta del 8 de septiembre. Los jardines llevan el nombre del obispo José María García Lahiguera y tiene un recorrido hermoso entre fuentes que son surtidores de frescor, las flores y centenarias acacias.

Es especialmente significativo cómo el santuario se ha convertido en un museo de la ciudad, recogiendo aquí para evitar su desaparición elementos tan singulares como el ajimez mudéjar de la calle Puerto, el escudo de la casa de los Garrochos, de la calle La Fuente, o las lápidas funerarias de esta familia y de otras provenientes del antiguo convento de San Francisco. En los jardines de la salida de la Virgen Chiquita también se encuentra el brocal del pozo del antiguo instituto de Huelva.

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