juicio por el doble crimen de almonte | la madre de medina lavó su camisa y "no vi sangre"

Los vecinos pensaron que la lucha del asesinato era una "pelea familiar"

  • Uno de ellos recuerda que hubo estruendo y luego silencio y "ruido de agua"

  • La madre del acusado afirma que su hijo no es "nada agresivo" y que no lo notó nervioso la noche del crimen

Turno de los testigos propuestos por la defensa. En la sesión de ayer por el juicio que se sigue contra Francisco Javier Medina por el doble crimen de Almonte en la Audiencia Provincial de Huelva, se escucharon dos testificales relevantes, la de el padre y la hija que vivían pared con pared con las víctimas, Miguel Ángel Domínguez y su hija María, en el momento de los asesinatos. La mujer explicó que aquella noche, en torno a las 22:00, se estaba arreglando para salir cuando escuchó el estruendo. En una conversación que mantuvo con su pareja a través de la aplicación de mensajería instantánea Whatsapp, indicó a su novio que tenía miedo porque estaba escuchando a una niña (María) gritar repetidamente "mamá, no, mamá, no". A continuación "escuché ruido de pelea, forcejeo, como ruido de cosas que se tiraban".

Añadió como matiz que le pareció que "aquello era una pelea de pareja" y que no comentó nada con sus padres y hermanos, que se encontraban en la misma casa, porque "no duró mucho". Por la misma razón no llamó a la Policía. A pesar de que en ningún momento escuchó la voz de una mujer, "pensé que en el piso estaban una pareja y su niña", porque la menor luego gritaba "papá, papá". Intentó grabar los ruidos, pero su teléfono no captó nada.

Mi hijo es metódico en el sentido de que le gustaba hacer siempre las mismas cosas"

La mujer aseguró ayer que no recordaba haber dicho en sede judicial que los gritos que profería la cría eran como de socorro y que tampoco recordaba haber dicho a los investigadores del caso que escuchó a un hombre decir "lárgate, lárgate, aléjate de mi hija".

En un primer momento del interrogatorio la testigo dijo que los hechos que relataba por mensajería estaban ocurriendo simultáneamente. La conversación se inicia a las 22:03. Más adelante, que "mientras iba poniendo whatsapps ya no escuchaba nada". Incluso trató de poner la oreja en la pared para apreciar lo que se decía en el domicilio vecino y grabarlo, sin éxito.

El padre de la testigo -al que quiso renunciar la defensa y a lo que se opuso el fiscal, Pablo Mora- se encontraba en su dormitorio en el momento de los hechos. Lo situó todo entre las 22:00 y las 22:20, más tarde de lo que precisaron los investigadores de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, quienes ubican los crímenes entre las 21:52 y las 22:02 de aquel fatídico 27 de abril de 2013.

Él apuntó, en el mismo sentido que su hija, que pensó que era "una discusión familiar o que le estaban llamando la atención a la niña". Con bastantes lagunas de memoria, el testigo explicó que una vez que finalizaron los ruidos y las voces "todo quedó en silencio". Al poco tiempo escuchó "ruido de agua, no sé si de ducha o de grifo". Preguntado sobre este detalle por el letrado de la defensa Francisco Baena Bocanegra, quien le indicó que si el sonido pudo venir de la cisterna de un inodoro, el declarante (que habla perfectamente español porque es sudamericano), dijo que se había confundido y que dijo grifo donde quiso decir cisterna del váter.

Comentó el asunto sólo con su mujer, que en el momento del suceso se encontraba "en la sala acostada". Ella también oyó el jaleo. La niña, según su testimonio, dijo "mami, no; mami, no; mami, no, parecía una madre que reprendía a su hija", sugirió. Esto es opuesto a lo que su hijo declaró el jueves ante el jurado, indicando que los protagonistas de la reyerta eran "dos hombres del pueblo" que se conocían y que la tercera en discordia era una menor.

En el momento en que los agentes judiciales dieron paso a la sala a Mercedes Rodríguez, su hijo, Francisco Javier Medina, empezó a llorar desconsoladamente. No podía contener las lágrimas. Ella, que no tenía obligación de declarar en la vista que se sigue contra su vástago, evidenció que Medina es "muy trabajador, muy serio y muy formal". Aquel 27 de abril se bautizaba el hijo de un sobrino de Fran, "pero él no quiso cambiar el turno, no le gustaba cambiarlo a no ser que fuera algo muy importante".

El acusado solía llegar a casa cada vez que trabajaba de tarde entre las 22:10 y las 22:20, "era su rutina". Siempre, relató Rodríguez, "se quitaba la camisa del uniforme y la colgaba en una silla y cogía el cúter y el boli del trabajo y los ponía sobre la mesa". Aquella noche hizo lo mismo, según su madre. Le preguntó sobre el bautizo y sobre cómo estaba su abuelo, ingresado entonces, y "se metió en el baño y se duchó". Allí colgó el resto del uniforme. Su madre, que no notó en él signo alguno de nerviosismo, le lavaba la ropa a diario y también lo hizo aquella noche. "No vi ninguna macha de sangre en la camisa".

Sobre el pantalón impermeable de pescadero que tenía Medina y que la Benemérita no localizó en ninguno de los registros de sus propiedades, Mercedes dijo que "hacía mucho que no lo utilizaba" y que "el pantalón plastificado está en mi casa: la Guardia Civil no se lo llevó, ni la otra ropa" del súper.

Fran se marchó. Se había citado con Marianela Olmedo. Su madre ya no lo vio hasta el domingo, cuando se marchó a su corralón a cuidar los animales, como hacía siempre en su día libre. El lunes a mediodía Medina fue a avisar a su madre porque había pasado -en el camino del solar a su casa- por la avenida de los Reyes y había visto que "ha pasado algo". Mercedes Rodríguez lo vio nervioso, ahí sí, y constató que el joven empezó a llamar a sus compañeros de trabajo por si sabían algo, una reacción que llamó la atención de la letrada de Marianela Olmedo, Inmaculada Torres, que le preguntó que por qué llamó a compañeros de trabajo y no a otras personas. A ella le pareció lógico. Como "no me extrañó" que, tras aquel día, su hijo pasara varias jornadas sin ir al trabajo. "Era su compañero".

Añadió que su hijo "no es agresivo para nada" y que siempre se ha preocupado por el bienestar de sus hermanos. Además, expresó que no cambió a partir del accidente de caza que tuvo y que era "metódico en el sentido de que le gusta hacer siempre las mismas cosas".

La exsuegra de Medina, madre de la que fuera su novia, Raquel Granados, a la que fue infiel con Marianela, dijo que vio a Fran "tranquilo" llegar a su casa la noche de autos, aunque en esta ocasión no dijo que lo viera bajar de su Seat Córdoba blanco, como había declarado en sede judicial. El acusado conducía aquel día su Golf de color azul. Desde su punto de vista, Fran sí cambió tras el accidente de caza: "Estaba muy apático, depresivo; se asustaba cuando escuchaba un cohete". Aunque fuera el propio procesado quien llamó al 061 cuando recibió el tiro en un ojo mientras que sus familiares no fueron capaces por la cantidad de sangre que perdía, su exsuegra aseguró que a él "le daba flato la sangre, incluso me daba a mí los pajaritos para que los arreglara porque él no era capaz".

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