Huelva

La prehistórica voracidad del tiburón

  • Hallan restos del ataque de estos depredadores marinos a una ballena hace cinco millones de añosl paleontología Científicos encuentran marcas en una de las mandíbulas de la ballena causadas por una manada de tiburones.

Un equipo de paleontólogos dirigidos por Fernando Muñiz ha encontrado evidencias fósiles del voraz ataque de una manada de tiburones a una ballena hace cinco millones de años, en el marco de los trabajos de preparación del material del proyecto del Centro de Interpretación Paleontológica en Lepe, coordinados por el Ayuntamiento de Lepe y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

El equipo de paleontólogos, formado por científicos pertenecientes a las Universidades de Huelva, Copenhague y al Instituto de Investigaciones Geocientíficas de California, ha encontrado, según comenta Fernando Muñiz, en una de las mandíbulas inferiores de la ballena "extrañas marcas y fracturas en la superficie del hueso, así como numerosos dientes en la arena que lo cubría", por lo que interpretan que se trata de "un excepcional ejemplo de interacción trófica entre depredadores carroñeros (tiburones) y una presa (una ballena)". Los restos de la ballena, que están siendo objeto de estudio por parte de los paleontólogos, pertenecen a parte del cráneo de la misma recuperado en 2006 en Huelva capital.

Tras su análisis, los expertos han llegado a esta conclusión gracias a la excepcional conservación de las evidencias fósiles, que han quedado a modo de marcas en los huesos de la ballena. Según los paleontólogos, las marcas se produjeron posiblemente durante un brutal ataque por parte de una manada de tiburones, muy parecidos a la actual 'Cañabota Gata' o 'tiburón de siete branquias', a la hora de consumir carroña o carne del cadáver de la ballena, donde los puntiagudos, afilados y cortantes dientes de los tiburones llegaron a rozar o clavarse en los huesos.

Así lo explicó el director de la investigación, el paleontólogo Fernando Muñiz, "dejaron marcas posiblemente por las punzadas de tanteo, es decir, cuando uno o varios tiburones dieron simples mordisco al hueso de la mandíbula pero no para arrancar trozos de carne sino más bien para tantear la posible comida". Por otra parte, "hay marcas lineales de mordidas, como arañazos, que si reflejan una mordida con el posterior y típico movimiento lateral de la cabeza del tiburón para intentar separar la carne e ingerirla… y lo más espectacular es que se han hallado dientes clavados en el hueso de la mandíbula de la ballena".

Los científicos insisten en que se debe plantear la situación en su contexto hace cinco millones de años durante el periodo geológico conocido como el Plioceno, cuando la mayoría de la provincia onubense estaba sumergida bajo el mar. Entonces, un cadáver de una ballena de unos 6 metros de longitud debió quedar posado en un lecho marino de unos 60 metros de profundidad. Atraídos por el efecto de la descomposición de la carne, una manada de tiburones empezarían a devorar con una agresividad extraordinaria el cuerpo de la ballena.

Cuando todo terminó los huesos de la ballena tuvieron que enterrarse de manera rápida dando así comienzo el proceso de fosilización que permite hoy reconstruir la secuencia.

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