Vecinos de el torrejónciudadanos en la avenida de las flores

El peso de la tragedia

  • El Torrejón, la barriada en la que vivía y de la que desapareció Mari Luz el 13 de enero de 2008, se recupera del envite del drama pero mantiene el miedo

Tres años y un mes han transcurrido desde aquella fatídica tarde gris del 13 de enero de 2008. La desaparición de Mari Luz Cortés, de cinco años, noqueó a una de las barriadas más deprimidas de la capital onubense. El Torrejón, que respiraba hacia adentro y -con su blindaje- había mantenido al margen de agresiones externas a sus niños, se topó con el peor de los enemigos en casa: el pederasta Santiago del Valle.

Y el barrio proscrito no dudó en abrirse al mundo para gritar y pedir socorro por una de sus chiquillas, la gitanita de cinco años que salió a comprar chucherías al quiosco de la esquina y jamás regresó a los brazos de sus padres, Juan José Cortés e Irene Suárez, en el domicilio familiar de la Plaza Rosa.

Los vecinos aún recuerdan aquellos 54 días de angustia, de corazón encogido y pegada de carteles, de búsqueda incansable y solidaria en batidas multitudinarias que removieron cielo y tierra para hallar cualquier rastro de Mari Luz. Y rememoran, con la sonrisa torcida por la desesperanza, el trágico desenlace de una historia que muchos deseaban -la mayoría lo soñaba- que tuviera un final feliz.

Todos conocían a Mari Luz. Todos recuerdan su cara bonita en las tardes de juegos con sus hermanos Dani y Juanjo en la Plaza Rosa. Todos la recuerdan asida a la mano de su madre cuando hacía la compra en los pequeños negocios de la barriada. A todos les dolió su desaparición y su muerte. Y ninguno la olvida.

La psicosis que en aquellos angustiosos días se apoderó de El Torrejón ha dejado huella en sus ciudadanos. Cinta Vázquez recuerda cómo el pánico regresó a sus vidas varias semanas después de que se esfumara la pequeña de los Cortés, "cuando una niña llegó un poco más tarde a su casa de lo que sus padres esperaban; todos creímos que también la habían secuestrado" y Policía y Guardia Civil removieron Roma con Santiago hasta hallar sana y salva a la menor.

Fueron jornadas y jornadas de angustia, de tristeza y rabia contenida que se desató como un huracán el mismísimo día en que el pederasta Santiago del Valle, principal imputado en el caso Mari Luz, llegó a declarar al Palacio de Justicia de Huelva después de su detención en Cuenca.

Aquel 27 de marzo de 2008 la ira se adueñó de la Alameda Sundheim. La avenida capitalina se transformó en un segundo en un campo de batalla en el que volaban piedras. Una periodista de Onda Cero y un cámara de Cuatro resultaron heridos.

El Torrejón no se enorgullece de estos hechos. Más bien al contrario. Se ruboriza y espera que no vuelvan a ocurrir. "Así no se consigue nada", explicó Antonio González.

El barrio, tan hermético otrora, se acostumbró a ver en la prensa a un compañero de fatigas más. Primero estudiaba a periodistas, cámaras y fotógrafos, los vigilaba con recelo. Más tarde, se habituó a la presencia diaria de todos ellos, le brindó su hospitalidad y le trató igual que al vecino del quinto.

Pero la barriada de Diego Sayago no se libró tampoco de la presión mediática. Varios vecinos lamentaron la "mala imagen" que se ha proyectado de la zona en la prensa, especialmente en la televisión nacional, cuando "aquí vive mucha gente honrada".

Poco a poco el barrio ha recuperado el aliento. No obstante, todavía quedan rescoldos de miedo en las callejuelas con nombres de flores de El Torrejón. Cinta Infante tiene una niña de siete años y, desde 2008, reconoce que es mucho más precavida y "no le quito el ojo de encima, por si las moscas". Otro de los vecinos, que no quiso dar su nombre, aseguró que "el miedo nunca se quita, aunque el presunto culpable esté en la cárcel", y anunció que "este barrio ni olvida ni perdona".

La mayoría de los entrevistados coincide, sin embargo, en que la "normalidad" ha retornado a la zona y que todos tratan de "sobrellevar" lo mejor que pueden el duro golpe que asestó el destino a la familia Cortés.

Ahora afrontan el juicio contra los hermanos Del Valle con la esperanza de que "sean castigados como se merecen y, si son culpables como parece, que nunca más salgan de prisión". La tragedia ha dejado sombríos surcos profundos en la piel morena de El Torrejón, que abandera el lema de Juan José Cortés: "Por una Justicia justa".

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