Albert Boadella. Director teatral

"Ya hemos pasado la prueba del algodón y también la del cemento"

  • El polifacético artista barcelonés hace balance de los cincuenta años de vida de Els Joglars · La compañía inició el pasado fin de semana en Huelva la gira de su obra más laureada: 'El Nacional'

Albert Boadella está de enhorabuena. Amadeu, la obra de los Teatros del Canal que él mismo dirige acaba de conseguir el premio a la Mejor Nueva Producción de Ópera Española o Zarzuela en los VI Premios Líricos Teatro Campoamor 2011. Pero además, la compañía Els Joglars, de la que es director y alma mater, cumple cincuenta años de vida. Lo hace con la puesta en escena de El Nacional, su obra más emblemática, cuya gira arrancó el pasado fin de semana con dos funciones en la Casa Colón.

-Dígame qué le hace más feliz: el Premio Lírico Teatro Campoamor o el cincuenta aniversario de Els Joglars.

-Las dos cosas son muy buenas pero hace más ilusión la segunda. Lo del premio es muy agradable porque corresponde a una especialidad en la que habitualmente no trabajo, que es la de ópera y zarzuela, pero los cincuenta años son un hecho muy importante en la escena española. Algo casi insólito.

-Al volver la vista atrás, ¿qué es lo primero que le viene a la cabeza?

-La nostalgia de la juventud, de la fantástica e inconsciente juventud en la que hacíamos lo primero que se nos pasaba por la cabeza sobre el escenario y nos parecía formidable. Afortunadamente no existen vídeos de aquella época. Y después, en el fondo, hay algo esencial: no hemos cambiado tanto.

-¿Han mantenido sus principios?

-Sí, hay unos principios de rigor casi maniático en el trabajo, en la forma de interpretar, en la escenografía, los objetos, que se han mantenido. Cada cosa está estudiada al milímetro, no hay nada dejado a la improvisación o al azar. Y también, sin duda alguna, el principio de libertad, que ya en aquellos inicios fue un principio inamovible. Esa libertad total es la que nos ha permitido decir aquellas cosas que en cada momento nos han parecido necesarias y había que comunicárselas al público. Lo que sucede es que en cada momento los poderes fácticos han cambiado y, en ese sentido, no nos hemos centrado en una sola cosa.

-El Joglars siempre ha estado muy pegado a la realidad, pero ¿cómo se logra mantener el espíritu transgresor frente a las tentaciones de un mercado más fácil o cuando el servilismo se premia con subvenciones y poder?

-Es el propio público, en el fondo, el que acaba exigiéndolo. Cuando uno empieza en el teatro generalmente empieza como yo lo hice, pensando en exhibirse, lucirse, firmar autógrafos, recibir aplausos y, si puede ser, en imprimir la huella de la mano el alguna avenida famosa. O sea, esta es la primera intención del 90% de la gente que hace teatro y, sobre todo, cine. Lo que se sucede es que hay un momento en el que el público puede reclamarte cosas. Eso nos sucedió a nosotros cuando nos metieron en la cárcel y tuvimos toda la polémica con La Torna: después me di cuenta de que ya no era cuestión de hacer un teatro simplemente de divertimento y para lucirse, sino que los espectadores reclamaban de mi otras cosas.

-¿Tanto condiciona ese reclamo?

-Ya no puedes hacer otra cosa sin traicionar a los espectadores. Esto no quiere decir que nosotros en algunos momentos no hayamos arremetido contra nuestro propio público porque de eso se trata precisamente: no de reírse del que está fuera, que es lo más cómodo, sino del que está dentro. Yo creo que este es el hecho fundamental.

-Han pasado la prueba del algodón.

-Yo creo que la del algodón y la del hormigón. Cincuenta años es mucho tiempo.

-¿El teatro está más vivo que hace 50 años?

-Sin duda. El teatro ahora tiene muchísimas más expresiones, técnicamente se hace muchísimo mejor, hay muchos más actores y hay más público. La única cosa que quizás no hay y sí existía hace 50 años es la devoción con que el público asistía al teatro, a un teatro que tuviera una sustancia en el fondo un poco rebelde. Esta devoción, que era casi como ir a misa, ha desaparecido. El público tiene ahora la piel más gruesa. Este es el lado más negativo frente a todo lo demás que es mucho más positivo.

-¿Por qué ha recuperado 'El Nacional'?

-Sobre todo porque significa una de las obras cumbre de Els Joglars. Pensé que para el 50 aniversario había que ofrecer una obra en la cual estuviera un poco el conjunto de las formas de expresión que siempre hemos ido alimentando. Hay sátira, cierta comicidad en algunos momentos, la música es muy importante y se hace en directo, incluye elementos de ópera, el concepto que nosotros tenemos de la vida y el teatro... Hay muchísimas cosas en El Nacional, que es un espectáculo que coge al espectador durante dos horas y tiene que estar concentrado forzosamente en aquellas cosas que suceden en el escenario. Además tiene que ver con la época de crisis, puesto que El Nacional surge en la crisis del 93 y en aquel momento parecía futurismo pero ahora es la realidad.

-Como cuando predijeron la caída del muro de Berlín.

-Sí, con Columbus Lasus. Suceden cosas extraordinarias, muchas veces uno se imagina una cosa y resulta que aquella cosa sucede. Es como si tuviéramos poderes casi infernales.

-Le dieron el Premio Nacional de Teatro con esta obra pero no lo recogió.

-Si. Nosotros no aceptamos el premio en aquel momento porque pensamos que nos lo daban por unas razones políticas. Creo que tampoco lo recogimos por la vanidad, todavía éramos bastante jóvenes y muy vanidosos. Y en el fondo pensábamos que lo merecíamos mucho antes. Ahora, visto con la distancia, pienso que teníamos razón. Nosotros éramos muy incómodos en aquel momento para lo que llamaríamos el poder y por eso no nos daban nunca el premio. Pero cuando ya no sabían a quien dárselo, nos lo dieron y nosotros, como ya sabíamos que un día nos llegaría, ya teníamos pensado con anterioridad lo que teníamos que decir.

-Pero siempre han tenido el cariño del público.

-Si, lo hemos tenido sobre todo en momentos muy difíciles, que es cuando más se agradece.

-Algún día volverán a representar obras en su tierra?

-Obras de producción mía no lo creo. Lo que ocurre es que es muy posible que en el futuro ya no dirija yo El Joglars. La compañía tiene ya casi una inercia institucional, de forma que yo tengo que dar paso a gente con mayor talento y con más juventud. Y a partir de aquí, los que dirijan entonces la compañía harán lo que les parezca oportuno. Pero mientras yo dirija El Joglars, no.

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