Es una de las escasas oportunidades en las que se juntan todos los delegados provinciales de cada una de las consejerías de la Junta. La cercanía del Día de Andalucía que se celebrará el próximo martes les brindó la ocasión de hacerlo. Enfrente no tenían a los miembros de la prensa habituales, sino mucho peor. Eran 120 escolares de los colegios José Oliva y Moliére de la capital onubense a quienes se afanaron en explicar para qué sirve un delegado, qué hace y por qué les habían juntado a todos a mediodía en una sala aburrida, cuando fuera esperaban coches de policía y bomberos mucho más apetecibles.

Todo eran sonrisas y un auditorio fácil hasta que los niños tomaron la palabra y se empeñaron, sin pretenderlo, en poner en un brete a más de uno. Cuando llevaban cuatro preguntas, les puso la unánime mirada de quien buscaba la salida más airosa. Y es que Manuel, de 10 años, les soltó: "¿Para ser delegado, hay que ser imparcial?". El delegado del Gobierno y maestro de ceremonias, Francisco Romero, buscaba ayuda: "¿Alguien quiere contestar?". Ante la ausencia de candidatos, tomó él mismo la palabra y, políticamente correcto, señaló que "los delegados atendemos por igual a todos los ciudadanos, independientemente de dónde vivan, cuáles sean sus creencias o el color político que defienda". Manuel se sentó rápido y con cara de no estar demasiado convencido.

Los niños mostraron su inquietud por el estado de los centros de salud de la ciudad

Y eso que las preguntas previas y las que vinieron después tampoco eran fáciles. Rocío les dijo que "el centro de salud al que vamos todos, el del Molino, está muy viejo y es necesario cambiarlo"; otro estaba muy interesado en conocer si las delegadas de "Vivienda y Medio Ambiente discuten mucho por la defensa de los espacios verdes"; otro más reclamó "una universidad de Bellas Artes" y el más sagaz de todos ellos, no entendía cómo era posible "que los ciclistas tengan cada vez más carriles bicis, los tenistas más pistas para jugar y a los pescadores cada vez les dejan pescar en menos sitios".

De hecho, hasta ese momento, la celebración anticipada del Día de Andalucía se había convertido en poco más que una clase, un poco más original y menos cotidiana que de costumbre. Romero les explicó a los 120 asistentes qué era el Gobierno andaluz, el Parlamento y en qué se ocupan, así como la división provincial, las delegaciones que son las que ellos ocupan. Cada uno de ellos se presentaba y exponía a qué se dedicaba, o al menos lo intentaba, ya que la presión de un público difícil le hizo olvidar el nombre de la sede del Legislativo (por cierto que cada vez que se decía que tanto éste como San Telmo estaban situados en Sevilla, el nacionalismo onubense salía a relucir con un algún sonoro "buh"). El de Educación, Vicente Zarza, fue el encargado de abrir un fuego que se presumía amigo, pero que no lo fue tanto. Le siguió el de Salud, presentado con un "Rafael, al lío" a quien no le fue demasiado complicado justificar una de sus frases: "la salud es muy importante como lo estáis viendo todos los días en la prensa". Fomento y Vivienda; Cultura, Turismo y Deportes, Agricultura y Pesca, fueron desgranado sus tareas.

Tras entonar el himno de Andalucía, como todos los días escolares, se bajó al patio. Allí esperaban efectivos de la Unidad de la Policía Nacional Adscrita a la comunidad andaluza, el Consorcio Provincial Contraincendios, el Plan Infoca, la Empresa Pública de Emergencias Sanitarias 061, y el Grupo de Emergencias de Andalucía y una sala de Emergencias 112. No dejaron de probarse cuanto casco o gorra cayó en sus manos y el futuro profesional en alguna de esas especialidades -o a todas a la vez, según los más lanzados- se dibujaba en sus ojos. Un manguerazo controlado del equipo de bomberos, como si fuera la primera vez que lo veían, supuso el mejor ejemplo.