juicio por el doble asesinato de almonte | el experto cree que el autor entró con la llave original

El asesino pudo volver horas después a la escena del crimen y hacer la cama

  • Hellín se basa en que es imposible que los bajos ensangrentados de la colcha no contactaran con el suelo

  • Miguel Ángel intentó escapar, pero el autor lo arrastró a la habitación y lo remató

El perito de la acusación particular Juan Hellín, con una dilatada experiencia como investigador de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Huelva, defendió ayer ante el tribunal del jurado los seis informes que ha elaborado sobre la reconstrucción de los hechos, el análisis de la cerradura, la marca de unos guantes sobre un interruptor y las pisadas encontradas en la escena del crimen. Para elaborar sus hipótesis el criminalista, explicó, se ha basado en las fotografías y los informes que obran en la causa abierta contra Francisco Javier Medina por los asesinatos de María y Miguel Ángel Domínguez el 27 de abril de 2013.

En base a su estudio de las huellas, las proyecciones y depósitos de sangre en las distintas estancias del piso de la avenida de los Reyes de Almonte donde acontecieron los trágicos asesinatos de padre e hija (entre otros factores), el experto determina que el asesino pudo regresar a la vivienda cuando ya la sangre del suelo estaba completamente seca, por lo que no dejó rastro en esta nueva incursión. Aprecia que, incluso, pudo hacer la cama de la habitación de matrimonio.

El agresor pudo poner un cojín sobre la cara de María para que no gritara o "para asfixiarla"

Esta afirmación la apoya el perito en que los bajos del edredón estaban ensangrentados, lo que indicaría que su contacto con la sangre que bañaba todo el suelo de la estancia fue directo. No obstante, en las imágenes captadas por los guardias civiles que fotografiaron la escena del crimen durante la inspección ocular, se ve cómo la colcha está elevada unos centímetros por encima del suelo. Hellín refuerza esta idea con un detalle más: "A unos siete centímetros del borde y por el interior de la colcha, en la zona no visible, hay una mancha de sangre". Es decir, que a su juicio esa mancha sólo pudo llegar ahí cuando la cama estaba revuelta, con esa zona en contacto con el pavimento.

El experto añadió sobre el supuesto retorno del asesino a la escena del crimen que los tres cortes simétricos que la menor presentaba en uno de sus muslos se los pudo haber hecho cuando ya la sangre del suelo se había secado, ya que entiende que el agresor se posicionó sobre una gran mancha de sangre para realizar esas heridas y no dejó huella. Aquí, no obstante, su relato difiere del realizado por los forenses, quienes indicaron que la niña todavía estaba viva -perimortem- cuando fue agredida en la pierna. Considera que la manta bajo la que se ocultaba el cadáver de María también fue arrojada sobre la niña en esta segunda expedición a la casa.

La reconstrucción de Juan Hellín comienza en la puerta de acceso al piso desde la calle. Tras analizar la puerta en su contexto y experimentar con ella, descarta completamente que el asesino entrara a las escaleras abriendo el portón de hierro con una radiografía o cualquier otro elemento plástico: "Lo hizo con una llave, la original". No puede excluir la posibilidad de que la niña abriera la puerta desde arriba a quien llamara al telefonillo. Aunque, a su entender, "nadie pudo abrirles cuando ya Miguel Ángel y María estaban muertos", aludiendo al retorno del asesino al piso horas más tarde.

Cree que el criminal se puso los guantes y se cubrió bien mientras subía las escaleras. Entró a la casa. Miguel Ángel estaba a punto de entrar en la ducha, "creo que todavía no estaba dentro, y lo cogió por sorpresa". Estaba desnudo. Le asestó varias puñaladas y Domínguez trató de frenar el ataque con sus manos -que acabaron destrozadas- mientras recorría el pasillo marcha atrás para refugiarse en la habitación de matrimonio. María estaba con él.

Según la hipótesis del perito, el padre trató de aguantar la puerta de la habitación para impedir la entrada del agresor, "quien pudo haber interpuesto la hoja del cuchillo para que no la cerrara completamente". El atacante, a continuación, propinó tal patada a la puerta que Miguel Ángel acabó cayendo de espaldas al suelo, tal y como a su entender acreditan las distintas manchas de sangre de la habitación principal. Domínguez "pesaba 90 kilos, por lo que el autor debía tener mucha fuerza para tirarlo". Hay que tener en cuenta que los propios forenses ya indicaron que con la primera puñalada que Miguel Ángel recibió por la espalda ya había quedado herido de muerte y que esto sucedió con posterioridad. Estaba muy debilitado.

A juicio de Hellín, Miguel Ángel consiguió levantarse y, debido a una nueva cuchillada, se cayó de bruces a la entrada del cuarto. Trató de escapar a gatas, según lo referido por el experto. Quizá en el momento justo en el que el asesino fue a por María. La niña apoyó su mano izquierda ensangrentada sobre la colcha y luego dejó las huellas de sus piececitos impresas en el faldón izquierdo de la cama. Entiende Hellín que fue en ese momento, con la menor tirada de espaldas sobre el suelo y con los pies apoyados sobre el edredón, cuando el autor le dio el tajo en el cuello que le seccionó parte de la yugular.

El asesino se percató de que Miguel Ángel se estaba escapando del cuarto "y no sé qué vicio tenía el autor con llevarlo a la cama", porque desde su supuesto considera que lo asió por las piernas y lo arrastró de nuevo al interior del cuarto, donde acabó dándole muerte y realizándole un gran aspa en la espalda.

María consiguió escapar de la habitación dando una gran salto -puede que sobre el cuerpo de su padre- que dejó impresa la huella de su pie sobre las marcas ensangrentadas de arrastre de los dedos de su padre. Se dirigió a la cocina, abrió un cajón, cogió un cuchillo y se refugió a su habitación. "Se sentó en la cama y se tumbó de lado, puede que porque le entrara sueño ante la pérdida de sangre, y dejó una gran mancha" en el edredón que caló hasta el colchón.

Cuando el asesino fue a por ella después de acabar con Miguel Ángel, "la niña se puso de pie en la cama, el autor le da una cuchillada y le da tal jalón de pelos que la niña cae al suelo de frontal y suelta el cuchillo" de mango verde que luego fue hallado bajo el sinfonier. Aterrizó sobre la manta con la que luego taparon su pequeño cadáver. La cría, según Hellín, se revolvió y se puso bocarriba. Entonces el agresor se plantó a horcajadas sobre ella y, mientras María pataleaba desesperadamente, "le propinó una serie de puñaladas muy cortas". Allí, junto a su cama, se dejó la pequeña su último aliento.

El perito evidenció -aunque no detalló en qué momento se produjo este hecho- que el asesino llegó a poner un cojín sobre el rostro de la niña "para asfixiarla o para que no gritara".

El asesino visitó los dos baños de la casa para asearse. En uno de ellos se enjuagó las manos en el lavabo, ya que los guantes que llevaba -según el estudio de Hellín, totalmente compatibles con los de Mercadona- eran de lana y le había calado la sangre. Dejó una huella en un interruptor que le indica al experto que el agresor conocía la vivienda, porque llegó a girarse para buscarlo. En el otro baño se lavó los perniles de los pantalones y los zapatos.

La defensa cuestionó en reiteradas ocasiones sus informes. Con todo, Juan Hellín defendió con uñas y dientes sus argumentos, entre los que se encuentran que el cuchillo era profesional -probablemente fileteador o deshuesador- o que el asesino era diestro de pies y manos.

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