Gastronomía

Los agitadores del paladar

  • La Asociación de Barman de Andalucía ofreció ayer una cata de cócteles en el teatro de Corrales

Un sinfín de bebidas alcohólicos y sin alcohol, zumos de todos los sabores, licores de todos los colores, frutas tropicales y una gran hilera de estilizadas copas conformaban el sugerente decorado que presentaba, en el tarde de ayer, el escenario del teatro-cinema Corrales. Escondidos entre adosados y centros comerciales, en este templo de la cultura se ha venido desarrollando hasta el día de ayer las Jornadas Gastronómicas de Aljaraque, que a partir de hoy se trasladan al parque Fausto Arroyo, bajo el seudónimo de Feria de la Tapa.

Sin embargo, a la vista de ese etílico decorado ya se sabía que ayer de tapas, nada de nada. Estas sólo aparecieron en la teoría, es decir, en la presentación que Manuel Silván Rodríguez hiciera de su libro 'Recetario gastronómico tradicional y popular de Huelva'.

Una vez finalizado este instructivo acto, comenzó un original espectáculo, únicamente apreciable tras la barra de un bar. Los barmans sevillanos Francisco César y Guillermo Ortega ofrecieron una amena e interesante, cuando no muy apetecible, degustación y cata de diferentes cócteles y demás bebidas.

Correctamente vestidos, estos profesionales a la vez que utilizaban sus conocidas herramientas, amenizaban el acto compartiendo recetas e innumerables trucos para conseguir un cóctel como el dios Baco manda y obliga.

Comenzaron agitando un daikiri y derribando uno de los mitos más arraigados en este tipo de bebida-fusión. El zumo de limón, el ron y mucho hielo fueron introducidos no en la típica coctelera, sino en una batidora como las de andar por casa. "Estas máquinas son perfectas para hacer una gran cantidad de cualquier cóctel", afirmaba, no sin antes aclarar que no todos los cócteles necesita este proceso para convertirse en realidad ya que también existe el vaso mezclador y la consabida coctelera. Destacó también, en este sentido, que si el zumo de limón no estaba perfectamente azucarado, por mucho que agitará esta útil batidora, "el cóctel nunca sería perfecto. El secreto está en el zumo y la azúcar, para obtener un buen daikiri, en este caso".

Aunque hablando de secretos, ambos coincidieron en señalar que el secreto para hacer un buen cóctel reside en los materiales que se utilizan, en el cariño con que se realiza y, sobre todo, en el buen hacer del que lo realiza.

Mientras, Ortega preparaba uno tropical esta vez bajo una típica coctelera, César desvelaba a los allí presente que un cóctel no tiene que ser sinónimo de "bebida explosiva, muy típica de las discotecas. "Un buen barman a la hora de hacer un cóctel lo primero que está obligado a realizar es rebajar el alcohol del mismo, a través de zumos y licores. No interesa que el cliente se tome uno y ya esté listo de papeles. Un buen barman debe crear una atmósfera agradable, dando conversación y ofreciendo cócteles agradables a todos los paladares".

Sin embargo, para llegar a esto último, a agradar el paladar, explicó Ortega, hay que coger un camino a la inversa. "El barman tiene que vender su producto, y no hay nada mejor para vender cualquier cosa que exponerla con una buena presentación. Primero intentamos convencer a la vista, dándoles toques de color atractivos; después agradamos el olfato, impregnándolo de agradables aromas. Una vez conquistados estos dos sentidos, el cliente se llevará a la boca la copa, sin dudarlo, dominando así su agitado paladar".

Paladar que fue regado por un variada gama de artesanales cócteles que hicieron las delicias de los afortunados allí presentes, que no hicieron asco a ninguno de ellos.

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