Joaquín Pascual Pérez-Toro · Joyero y platero

"Siempre he intentado traer algo más a Huelva, abrirla a nuevas cosas"

  • Conoce bien el comercio en Huelva, comenzó con once años y hoy a los 75 dice que la jubilación sólo es una palabra bonita pero él desea seguir estando ahí, en algo que le gusta

Joaquín Pascual Pérez- Toro pertenece a esa generación de onubenses en la que había que empezar a trabajar de muy niño, las necesidades de la posguerra así lo exigían y la falta de posibilidades de estudios en la ciudad se suplía con mucho trabajo y más trabajo para ir aprendiendo el oficio. Se considera de una generación de transición. "Empecé a trabajar tan pequeño por algo muy sencillo, tenía que comer; a mi me toca trabajar 24 horas, de aprendiz en la tienda y de noche en la platería, la mañana era de relojero". Una época que la define como la de "un comercio lento, el país era muy pobre, estaban sólo los cuatro ricos, el resto teníamos que hacer algo más para ir saliendo adelante, estaba todo por hacer".

Comenzó de aprendiz en la joyería Regente, cuando esta era de dos alemanes, don Goti y don Germán. Le gustaba su trabajo, donde había que hacer de todo y comenzó a preocuparse por ampliar conocimientos y estuvo para aprender el oficio de platero con Emilio Seisdedos y de relojero con Eugenio Barroso, eran muchas horas sumadas unas de tras de otra. Como le ocurría a muchos jóvenes de aquella época el servicio militar le va a frenar de alguna forma el ritmo de trabajo. Le toca ir al Ejército de Tierra pero tuvieron que sacar una compañía para la Infantería de Marina, así que a él le mandan a San Fernando y allí busca al mejor platero y empieza a grabar. No perdió el tiempo, "si en el cuartel había cinco mil mecheros, todos los grabé a mano, tenía la necesidad de hacer cosas, es lo que me gustaba". Así que a las once de la mañana dejaba el cuartel para trabajar en la platería. Con lo que había ganado en ese tiempo consiguió hacerlo provechoso, montó su primer taller de platería en su propia casa y ahí había que seguir trabajando por las noches. Así hasta que "llega el momento en el que no esperas nada, sólo promesas y decido establecerme por mi cuenta". Son los años sesenta, comienza en el mismo lugar donde hoy se encuentra Joyería Suiza, en la calle arquitecto Pérez Carasa, al principio sólo es un pequeño local que va aumentando poco a a poco hasta conseguir darle la vuelta a la esquina y hacerse con la calle Rábida. "El primer día se vendió todo, sólo quedó un pequeño gato que aún conservo de recuerdo". A partir de encontrarse establecido empieza a viajar, "buscar lo que podía darle a Huelva, nuevas cosas" y así crean el Grupo de los Cincuenta, uno por cada capital de España. El objetivo de entonces era de innovación comercial, de poder comprar directamente y a mejor precio, buscar lo que uno quiere y no lo que te ofrecen. Se inician nuevos contactos, con cámaras de comercios, ferias de cada país, se abren fronteras. Es de nuevo ese camino en el que el tráfico comercial en época antigua trajo hasta Huelva nuevas culturas, desde Tartessos a nuestros días, también con sus plateros y sus hornos de la calle Puerto, hasta la ciudad actual.

Joaquín Pascual dice que la fábrica más antigua del mundo es la joyería, desde que el hombre empezó a pintar sus cuerpos, a ponerse palos en la nariz. "Hay quien dice que la joyería de hoy nada tiene que ver con aquello, pero es lo mismo, la persona ha necesitado ser algo más y ha buscado un distintivo y lo ha encontrado en esto, porque la joyería es todo. La joyería no es lujo, sino distinción, necesitamos algo para creernos algo más".

Era una forma de luchar en ciudades pequeñas con el aquí no hay nada, pero eso ocurre en todas las ciudades, de aquí se mira a Sevilla, de esta a Madrid y de aquí a Italia". Es una forma que también ha servido para superarse y hacer frente a las innovaciones que ha ido exigiendo el comercio en momentos determinados.

Recorre todo el mundo, China Correa, Rusia, México, Estados Unidos... "y empezamos a traer cosas nuevas, raras, desconocidas, visitamos la ruta de la seda o conocemos el mercado de Shanghai". Durante esta experiencia hay tiempo también para situaciones complicadas, como la que le ocurre en Pekín, a donde llegan un día de madrugada y después de tener pagado el hotel tres meses antes se encuentran que no disponen de habitación. "Eramos catorce, tal fue la indignación que tomamos que llegó el Ejército, nos apuntaron con pistolas, al final dijeron que en diez minutos teníamos un autobús para llevarnos a otro hotel y llegó a las dos horas, nos metieron hacia una zona que parecía una selva y pensamos que allí nos iban a fusilar, pero nos llevaban a un hotel antiguo, luego cuando amaneció pudimos comprobar que estábamos hospedados en un lugar hermoso". Recibieron, además, las disculpas del Gobierno chino, "y nos regalaron un gato de seda, como el que le obsequiaron a Felipe González y del que tanto se habló en su día".

De estos viajes ha traído muchas cosas a Huelva, abriendo el abanico de posibilidades artísticas. Recuerda que en una ocasión encontraron en china al último ceramista que trabajó al último emperador chino. "Le compramos unos jarrones, fue difícil el traslado, cuando lo pusimos en el escaparate colocamos el letrero del ceramista del emperador chino, al final la gente no lo entendía y tuvimos que quitar el cartel; hay cosas que no se pueden contar, porque son difíciles de creer aunque sea verdad".

Después de mucho recorrido, "conozco todo el mundo y como se vive en España, en ningún sitio, porque es nuestra idiosincrasia, lo mejor es lo que aquí tenemos cada uno, en sus distintos lugares".

Dice que sí, que en España hemos ido creciendo, pero ha llegado un momento que la oferta ha sido superior a la demandad. Asegura que "el comercio es el termómetro de la vida económica del país, porque sino hay comercios, no hay fábricas pues para qué vas a producir si no se va a vender. Cuando el comercio se queja, mal asunto. Cuando se habla de que la crisis es porque no se venden casas, el problema no es la casa que no se vende, sino lo que se ha dejado de producir para el contenido de esa casa, sus muebles...".

Joaquín Pascual, después de haberse iniciado de aprendiz, llegar a encargado y de montar su propia tienda, porque es lo que más le ha gustado, a sus 75 años asegura "que uno no se jubila, eso es como una palabra bonita, un símbolo, pero a quien le gusta el trabajo artístico que hace acaba estando siempre ahí, qué otra cosa le gustaría hacer". Joaquín Pascual asegura que ha tenido siempre esa necesidad, "esa inseguridad que produce la ansiedad de hacer cosas, por algo más", se refiere a casos de personas de grandes empresas "que no trabajan por hacer más dinero, ya tienen suficiente, de sobra, sino porque son máquinas de hacer cosas, de tener siempre nuevos proyectos, inquietudes". Para él que hay cosas que no se pueden vender porque pierden su historia y mira una pequeña porcelana enmarcada, con sello de lacre del Gobierno chino, la garantía de que tiene más de cien años, un control en la exportación de piezas de arte para evitar expolios.

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