Huelva

La Junta está "a la espera" de la resolución judicial del TSJA

  • Solana dice que la Consejería es "consciente" del valor patrimonial y cultural del legado del Nobel

La delegada territorial de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta en Huelva, Carmen Solana, aseguró ayer que la Consejería está "a la espera" de una resolución judicial, que se encuentra en el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), para declarar Bien de Interés Cultural (BIC) a Fuentepiña, residencia en la que veraneó Juan Ramón Jiménez a principios del siglo pasado y que influyó en sus obras; y el pino conocido como el pino de Platero.

Solana, quien explicó que están a la espera de ese dictamen judicial tras el recurso que ha interpuesto la propietaria del inmueble, manifestó que "la Consejería es consciente de los valores culturales y patrimoniales de este legado de Juan Ramón y, por eso, ha estado constantemente impulsando la declaración de BIC".

No obstante, puntualizó que la decisión de los propietarios es "libre", si bien se trata de valor patrimonial que "sería patrimonio de todos los onubenses y habría que conseguir la máxima protección, pero es un tema judicial y no está en nuestras manos".

Sobre el estado de abandono de la finca, detalló que la Junta interviene en este tipo de asuntos patrimoniales cuando están protegidos como BIC, de modo que "mientras tanto, no es nuestra competencia". Según precisó la delegada, "la clave es conseguir una resolución judicial que nos permita esclarecer si va a ser protegida como BIC".

De hecho, la protección estipulada desde el año 2015, ante este recurso, "queda suspensa", al tiempo que indicó, además, que "una de las exigencias para declarar cualquier zona o monumento BIC es "exigir el nivel de conservación de los propietarios".

Sin embargo, en el periodo en el que tanto la finca como el pino en el que descansa Platero gozaron de tutela patrimonial tampoco mejoraron su situación de deterioro. Así, Fuentepiña ha sufrido desde hace décadas el vandalismo y el abandono. En 2013 la puerta de entrada fue tapiada por la propiedad para evitar que los okupas, que desde hacía una década pernoctaban en su interior, campasen en este espacio degradado que se sitúa a dos kilómetros de Moguer.

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