Huelva

Cultura y Obispado 'sanan' el patrimonio religioso onubense

  • Convenio con la colaboración de los ayuntamientos para la restauración de retablos, pinturas y esculturas que forman parte de los bienes de interés cultural de la provincia de Huelva

Durante los últimos ocho años y a través del convenio suscrito entre la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y el Obispado de Huelva, se han realizado distintas actuaciones en bienes inmuebles de diversas iglesias de nuestra provincia que han hecho que la mayoría de ellos recuperen toda la luz y el color que tenían cuando fueron creado por sus artistas, así se incluyen importantes pinturas, retablos e imaginería. Actuaciones que se han llevado a cabo en Hinojales, Huelva, Lucena del Puerto y Cala.

La inversión total realizada ha sido de 430.019,98 euros, de ellos 264.675,76 aportado por la Consejería de Cultura; 106.661,87 por el Obispado de Huelva y 58.682,35 aportado por los ayuntamientos de Lucena del Puerto, Cala, e Hinojales.

En la parroquia de Nuestra Señora de Consolación de Hinojales, el encalado de sus paredes permitió conservar unas importantes pinturas al fresco, hoy restauradas y estudiadas por Rodolfo Recio en su obra Las pinturas de Hinojales. Las obras murales son anónimas, aunque muy próximas a la escuela de pintura de Sevilla (1490 y 1530). Los trabajos se iniciaron con la limpieza superficial de las pinturas mediante la combinación de tres método: la limpieza manual, limpieza mecánica y limpieza química. Se continúa con la fijación de la película pictórica que se resuelve aplicando soluciones de resina acrílica. La reintegración volumétrica de la obra ha consistido en la restitución de materiales de relleno o morteros de revestimiento en aquellas partes donde se ha perdido, hasta sanear las fisuras, grietas o pérdidas en bloque de los estucos originales. La reintegración cromática persigue devolver la lectura original de la obra, teniendo en cuenta criterios de diferenciación y reversibilidad. Esta última condición se logra a través del empleo de materiales inocuos. Finalmente, para proteger las integraciones realizadas con acuarela se aplicó resina acrílica como elemento de fijación.

En la parroquia de San Pedro de Huelva se llevó a cabo la restauración del retablo del altar mayor, aunque al final resultó una actuación que no convenció a la comunidad parroquial, ya que aun cuando se estabilizó la estructura del retablo, así como los problemas en la bóveda en otra actuación paralela, se criticó la no reposición de piezas y la restauración de otras, así como la ausencia del dorado en algunas zonas.

Se trata de un retablo hornacina realizado en madera de pino, dorado y policromado, que se alza sobre un basamento de fábrica de ladrillos, forrado de elementos de madera dorada y policromada con anclajes al muro mediante 26 tirantes de madera dispuestos en mechinales. El retablo se construyó entre 1722 y 1758, interviniendo el escultor Antonio de Carvajal y el dorador José Fernández del Hierro.

En la actuación realizada, tras eliminar los distintos estratos de suciedad y repintes se procedió a la fijación del color y del oro con cola orgánica hidratada, mediante inyecciones para asegurar la máxima penetración del adhesivo, ayudándose con espátula caliente y papel japonés. Todas las uniones de la madera se encolaron con acetato de polivinilo, además de dotar de los refuerzos necesarios a todas las maderas que conforman las cajas; 13 tirantes nuevos de pino refuerzan el anclaje del retablo al muro y se consolidaron 16 anclajes a los mechinales correspondientes. Se rehicieron, por motivos estructurales, gran parte de las molduras (altantes). La limpieza de las encarnaciones y figuras en relieve de la arquitectura fue especialmente entretenida por lo delicado de la talla con infinidad de entrantes. Se descubrió la riqueza de los matices de la policromía conservando intacto su acabado original.

En la iglesia parroquial de San Vicente Mártir, en Lucena del Puerto se realizaron la restauración de los retablos del Cristo de la Sangre y de la Virgen de la Luz.

Ubicado en la primera capilla del lado del Evangelio, el retablo del Cristo de la Sangre fue labrado en 1783, por encargo de Francisco Ruiz Tronchero, el crucificado es del segundo tercio del XVI, del círculo de Roque Balduque, estando realizado en madera de nogal policromada y d un solo bloque, a excepción de los brazos. Presenta dos pequeños lienzos de la dolorosa y San Juan.

El tratamiento del soporte del retablo consistió en la limpieza, desinsectación y consolidación de la madera y fijación de las piezas sueltas. Se reintegraron volúmenes estructurales, que se dejaron en madera vista, como criterio diferenciador del original. Se fijó la capa pictórica y se realizó la limpieza química de la policromía, se retiró el repinte por medios químicos y mecánicos.

En los lienzos se eliminaron barnices oxidados, fueron montados sobre un soporte rígido adaptado a la forma de la hornacina. Estos soportes son inertes y permiten un fácil desmontaje.

Posteriormente, se eliminaron los barnices oxidados, se estucaron las faltas de preparación y se reintegraron con acuarela mediante la técnica del rayado vertical.

La restauración del Cristo consistió en la eliminación de repintes y capas superpuestas, con el fin de sacar la policromía original, además de un tratamiento de desinsectación; se ha repuesto la capa de preparación y se ha realizado la reintegración cromática.

El retablo de la Virgen de la Luz es de madera de roble, se puede datar sobre 1560, destacando su gran calidad artística y técnica. Es de estilo manierista y está presidido por la imagen de la Virgen de la Luz. En el retablo se procedió a su limpieza, así como aplicación de insecticida, consolidando la madera, saneamiento de grietas y reconstrucción volumétrica de las cornisas para recuperar la geometría del retablo. El tratamiento de la policromía ha consistido en la fijación generalizada de la capa pictórica con aplicación de cola animal y calor moderado; limpieza mecánica de suciedad superficial y gotas de cera, limpieza química de barnices, estucado de faltas, reintegración con criterio diferenciador y barnizado final.

En la parroquia de Santa María Magdalena de Cala se realizó la restauración del retablo de la capilla mayor. Este se conforma de tres cuerpos y cinco calles con registros separados. No existe documentación que permita atribuir su autoría, pero considerando la fecha del retablo mural (1521) y el análisis formal y material de sus tablas, se puede pensar que pertenece a la escuela sevillana, dentro del círculo de Alejo Fernández o de Juan de Zamora, y adscribirlo cronológicamente en la tercera década del siglo XVI. Para el retablo de tablas, se fijo bien el oro y la policromía con riesgo de pérdida. El tratamiento realizado a la madera fue de limpieza, consolidación y desinsectación; las grietas se sanearon y las pérdidas de soporte se repusieron con injertos de madera. La película pictórica y capa de preparación, se fijaron para garantizar su conservación, se efectuó una limpieza química del barniz oxidado y se eliminaron los repintes.

El proceso de restauración del retablo mural requirió la fijación de la película pictórica antes que su limpieza, lo que junto a la consolidación de los pigmentos alterados, unificó la realización de las tres fases. El resto de tratamiento consistió en la eliminación de hongos y microorganismos, consolidación y fijación de morteros, reposición de muro y preparación en huecos y restantes lagunas. Finalmente se aplicó una protección a toda la obra mediante pulverización de fijativo.

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