La Huelva de... José Biedma Viso - Carnavalero isleño

"Nada pudo con el Carnaval, ni la Dictadura consiguió quitarle su libertad"

  • A sus 84 años es nombrado hijo predilecto de Isla Cristina, en 1982 fue Isleño del Año, miembro de la agrupación 'Los camborios' cuando resurgen los Carnavales como Fiestas Típicas

José Biedma Viso ha vivido intensamente el Carnaval de Isla Cristina, lo ha conocido en su historia que ha podido rescatar en tres libros. A su vida 'dulce' de pastelero le pudo poner siempre la 'guinda' de la alegría carnavalera de la que ha sido protagonista, muy especialmente cuando a partir de los años cincuenta empieza a dar los primeros coletazos para recuperarse en los sesenta como Fiestas Típicas de Invierno, eran los únicos carnavales que se celebraban en España junto con los de Cádiz, cuando este era las Fiestas Típicas de Primavera.

Aquel año de 1967 en Isla Cristina se pasó de las navidades al Carnaval en un salto. Aquel 22 de diciembre cuando se celebraba en el célebre Teatro Gran Vía el Concurso de Villancicos se anunciaba que patrocinado por el Ayuntamiento y como prolongación de la Campaña de Navidad se autorizaba la organización de un concurso de agrupaciones carnavaleras coincidiendo con las fechas del Carnaval de 1968.

El Carnaval lo vivía Isla Cristina de una manera muy intensa, como algo vinculado a sus propios orígenes marineros a aquella Higuerita que fue asolada por el terremoto de 1755. Una población marinera compuesta por pescadores catalanes, llegados principalmente de Mataró y Canet de Mar, que al terminar cada temporada de pesca celebraban las fiestas alegres y desenfadadas del Carnaval, que tradicionalmente ya se celebraban en sus lugares de origen. En ellas se mezclaban el sencillo y ocurrente disfraz, la improvisada canción alusiva a la fiesta y el sano humor de la juventud con la serena satisfacción de los mayores al ver culminada una campaña más de pesca, que les permitía regresar temporalmente al lugar de partida. El ansiado compás de espera, antes de volver nuevamente, les servía de lenitivo para seguir extrayéndole al mar sus riquezas, en forma de pequeños peces plateados, las sardinas. Como final de las fiestas celebraban también el ya popular y extendido 'entierro de la sardina' que, dejando aparte su primitivo sentido religioso, José Biedma cree que lo organizaban con un sentido más real que otras poblaciones de tierra adentro, al considerar que la sardina enterrada significaba, simbólicamente la muerte o fin de una temporada de pesca y que esta no se volvería a desenterrar hasta el momento de iniciar la temporada siguiente.

Un Carnaval que fue creciendo, adquiriendo mayor relieve por la proximidad geográfica con Portugal, Villa Real, Olhao ó Faro, donde también se celebraba con esplendor las mascaradas, intercambiándose ideas renovadoras entre el personal de Isla Cristina y el de las ciudades portuguesas. En aquella época había un isleño, Saína, que acondicionaba su barca para llevar a los jóvenes isleños a disfrutar de los bailes de máscaras en Portugal. Un Carnaval que como destaca José Biedma también coge la chispa de los de Cádiz por la vinculación de los marineros isleños y gaditanos durante las temporadas anuales de la pesca del atún en las almadrabas de Barbate, Sancti Petri y El Queso.

La década de oro del Carnaval es la vivida entre 1926 y 1936, fue durante ella cuando a uno de sus comparsistas más famosos, Marcelino Fernández 'El Zoilo', le preguntó un forastero que conocía sus vínculos con la fiesta: "¡Oiga, señor! ¿En qué fecha se celebra el Carnaval en Isla Cristina?" Y respondió sonriendo: "En Isla Cristina, Carnaval es todo el año!". José Biedma asegura que Carnaval fue y sigue siendo todo el año, "o mejor dicho, el verdadero Carnaval abarca desde el lunes siguiente al Domingo de Piñata hasta el día anterior a su iniciación en el año siguiente, porque en este largo periodo es cuando ocultamos nuestra verdadera personalidad fingiendo o parodiando ante los demás, como avergonzados o temerosos que puedan averiguar cómo somos en realidad". José Biedma dice que así es el embustero Carnaval de toda la vida. No comparte la opinión de los que dicen que el antifaz es hipócrita, porque "el hipócrita es quien se esconde detrás de él, pero no cuando lo lleva tapando cuidadosamente su rostro, sino después, cuando acaba el Domingo de Piñata y lo tiene que guardar triste y cuidadosamente. Es entonces cuando empieza el suplicio interno y siniestro teniendo que esperar un año entero para nuevamente, en una corta semana, poder desembarazarse de su complejo olvidando el personaje que aparenta ante la sociedad. Por ello, nuestro Carnaval no morirá jamás. Lo necesitamos tanto que siempre está presente en nuestras vivencias ocupando sitio preferente.

Aquel Carnaval que llega en 1935 creando su propio himno, se verá sumido a partir de la guerra civil de 1936 y hasta los años cincuenta "en un mundo de tristeza, y trabajo, se vivía mal en el pueblo, sólo para ir viviendo y mientras tanto el Carnaval permanecía prohibido". La Guardia Civil y los policías municipales se encargaban de que no hubiera ninguna cosa rara y si algo veían raro en algún local o lo echaban a la calle o de ahí a la cárcel.

Fue una posguerra larga para el carnaval hasta que en 1950, como relata José Biedma, olvidado por muchos isleños los sinsabores y dolores padecidos durante aquel enfrentamiento bélico entre españoles, Isla Cristina volvió a sentir el deseo de celebrar de nuevo sus carnavales. Algunos salieron a la calle y vieron que las autoridades eran un tanto permisivas con los festejos carnavaleros, así que se fueron animando en años sucesivos los más jóvenes, la guardia municipal era la que hacía la ronda y los más jóvenes se divertían dándole el esquinazo, la juventud gozaba huyendo de los municipales mientras estos hacían la vista gorda.

Así el Carnaval se va consolidando en plena dictadura del general Franco, en Isla Cristina se dan las vueltas para poder disfrutar de la alegría y la libertad que siempre ha ido promoviendo estas fiestas. Es a partir de 1968 cuando el Carnaval isleño tendrá los parabienes bajo el paraguas de Fiestas Típicas de Invierno, que junto con los de Cádiz, como Fiestas de Primavera, serán las únicas fiestas carnavaleras de toda España.

'Los Ye-Yés de los años 30' formaron una murga y adoptan este nombre de forma definitiva para su agrupación. Los 'Amigos de la Música' organizaron un coro que denominaron 'Los Zíngaros' y una murga llamada 'Los cirujanos'; surgió rápidamente un antiguo murguista con 'Los camareros', Eduardo Álvarez de la Rosa, Teresa Jiménez Arnau preparó el primer grupo femenino con repertorio totalmente suyo y le puso de nombre 'Las arqueras'; Luis Garrido 'El carbonero' preparó 'Los escoceses' y un grupo de Punta del Caimán dirigido por José Martín Lozano, cerró esta honrosa lista de agrupaciones pioneras del Carnaval contemporáneo de Isla Cristina. Hasta los setenta las letras de las agrupaciones tenía que pasar la censura.

Durante estos cuarenta años José Biedma Viso ha sido uno de los protagonistas del Carnaval, en el que como él dice el pueblo se ha lanzado a vivirlo, sin importarle horas de trabajo, ni reparar en gastos, con entusiasmo ha compuesto los disfraces. José Biedma se aleja de aquellos que piensan que el Carnaval sólo es alcohol, "aquí se le ha dado categoría cultural y poética a los concursos de comparsas y murgas, la gente lo ha vivido con armonía y colaboración general, disfrutando de su libertad de expresión".

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