Feria de Málaga

El 'bus', la antesala de la fiesta

  • trayectos de feria. Cada jornada, los autobuses se convierten en casetas ambulantes donde los malagueños y visitantes comienzan a caldear el ambiente de fiesta incluso antes de llegar a su destino

La Feria siempre es sinónimo de fiesta, diversión, alegría, baile y, por que no decirlo, alguna copita de más. Por eso, cuando se trata de coger el coche, lo mejor es ser prudente y dejarlo en casa aparcado, sin poner en peligro los anisados puntos del carné. Así que en estas fechas el volumen de pasajeros que registran los autobuses se multiplica, convirtiéndose en las antesalas del jolgorio, auténticas casetas móviles donde comenzar con la diversión. Y es que las ganas de feria se notan desde que se compra el billete para ir al Real.

Unas 18 líneas especiales unen los distintos barrios de la capital con el recinto ferial desde las nueve de la noche, a las que se les suma la línea F, la línea de Feria por excelencia en funcionamiento las 24 horas del día, cubriendo el recorrido desde el centro de la ciudad hasta Cortijo de Torres. Cuando la feria de día comienza a menguar, los primeros en abandonarla toman esta línea para continuar con la fiesta. Sobre las 20:30, una larga cola se divisa desde la esquina de Calle Larios; diez minutos más tarde el número de personas que esperan es mucho mayor.

"¿Pero ahí vamos a caber todos?", grita una señora antes de que el autobús abra las puertas; "Jefe, vas a tener que montar una baca en el techo", bromea otro usuario comprando el billete. Y mientras, el conductor, Ezequiel Díaz, va recibiendo con una sonrisa a todos los pasajeros. "Paciencia, mucha paciencia es lo único que hay que tener", apunta. Cuando el número de personas que entran ronda los 80, el conductor cierra las puertas, dejando a gente en la cola y a los del autobús bien pegados. "Pues ellos no van mal, yo he llevado a mucha más gente aquí dentro", asegura.

Y comienza el viaje. Desde la Alameda Principal hasta Cortijo de Torres el recorrido no dura más de 20 minutos que se convierten en una aventura. La gente, ellas con flores en el pelo y abanico, ellos con sombrero, no dejan de cantar caldeando el ambiente y la fiesta que tendrán una vez que se bajen del autobús. "Me han llegado a cantar a coro eso de Ese chófer como mola se merece una ola", asevera entre risas Ezequiel.

Pero no todo es diversión. Con la madrugada llegan los malos modos en la cola de espera, los roces dentro del autobús y el ambiente de fiesta se enrarece. "La juventud sobre todo, se pasa un poco con la bebida y hay que aguantarlos. Paciencia", añade Juan García, inspector durante la Feria de la EMT.

La portada principal empieza a vislumbrarse y la gente arranca a aplaudir. "Vaya viaje más bueno que hemos tenido, hemos llegado volando", afirma Juana, una de las pasajeras. Minutos más tarde todos se bajan en tropel y dejan solo el bus y en silencio al conductor. La fiesta dura apenas minutos, es una juerga efímera pero intensa. "Esto al menos te alegra las horas que tienes que trabajar", comenta Ezequiel, que en apenas unos instantes vuelve a abrir las puertas de su autobús y a recibir a nuevos pasajeros. Vuelta a empezar. Así, noche tras noche, la fiesta empieza justo en el momento que tanto malagueños como visitantes se montan en el vehículo que los conducirá a la Feria. Unos autobuses que se transforman en improvisadas casetas nómadas donde todos los de dentro tienen algo en común: las ganas de pasarlo en grande.

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